Por definición el madrileño suele tender a ser
un poco chulo en su manera de ser. Es algo que hemos “mamao” desde chicos y que
forma parte de nuestro ADN. Por consiguiente, tendemos a tener cierto
comportamiento, que nos lleva a defender lo nuestro como lo más genuino que
existe in the wold, y a creernos en cierto modo como inventores de todo lo
nuestro.
Pero hoy vamos a ver que en verdad, no
somos tan originales como nos creemos y que aunque nos pese, nosotros también
hemos recogido y adaptado nuestros iconos de otras culturas y lugares. Vamos a
ello:
En primer lugar, como dice el dicho no hay
nada más castizo que un chotis. Éste es nuestro baile típico, que mantiene la
más costumbre chulesca y un tanto machista, que históricamente ha tenido nuestro
acervo cultural. Pero en realidad este baile no es invención nuestra, en verdad,
no es más que una adaptación de una polka bohemia, que es tocada un poco más
lenta. Esta pieza se retoma a 1830 y se hizo tremendamente popular en toda
Centro Europa, naciendo de ella distintas adaptaciones y variantes del
original.
La primera vez que llegó a España, fue
presentada como una polka alemana en el Palacio Real, el 3 de Noviembre de
1850, aunque en verdad no era una polka alemana, sino una versión de ésta que
era originaria de tierras escocesas y que recibía el nombre de Scottish.
El baile pronto se hizo popular entre la
realeza y por ende se traspasó a lo más popular de la sociedad, la cual se
encargó de castellanizar el término, pasándose con el tiempo a derivar el baile
de “Scottisch” a “Chotis”.
Nuestro segundo elemento más castizo es
sin duda el organillo, el cual tampoco es un invento español. Es un invento italiano
que tras haber tenido una gran aceptación en nuestros vecinos latinos fue introducido
en España por Luigi Apruzzese en 1908 tras casarse con una madrileña y
asentarse aquí instalando un taller de reparación de pianos, pianolas y otros
instrumentos musicales.
Anteriormente en España, se utilizaba una
caja de música la cual utilizaban los bufones y buhoneros ya desde tiempos de
los Reyes Católicos, pero mal que nos pese fue en Italia donde este instrumento
derivó en el madrileño organillo y no es España como todos hubiéramos pensado.
Por último, vamos a ir con otro de los más
castizos elementos que no es otro que el mantón de Manila. Aunque su nombre ya
nos da una pista, lo cierto es que ni siquiera sus inicios en nuestro país son genéricos
de Madrid.
El origen de estos mantones se retoma al
siglo XVI cuando en España los barcos que llegaban repletos de mercancía de
ultramar, como Filipinas, China y otros puntos del lejano oriente, solían
descargar en el puerto de Sevilla.
De Manila, en Filipinas, nos llegaban unos
pesados fardos de tabaco con destino a la fábrica de Tabaco de Sevilla. Allí se
originó la tradición de las cigarreras, que eran mujeres generalmente jóvenes y
se condición humilde, que se encargaban en desplegar aquellos fardos, secar el
tabaco y después elaborar el tabaco según la finalidad que este fuera a tener.
El caso es que para que aquellos enormes
fardos de tabaco no ranciara debían estar envueltos en una fina tela de seda,
por lo que las cigarreras lejos de desestimar aquella tela de tanta calidad,
que no podía caer en sus manos de no ser por aquel medio, comenzaron a cortar
aquellos pedazos y a añadirles distintos motivos coloridos y orlas,
imitando los envidiados mantones que
venían de la china y que podían ver descargarse, también en el puerto de
Sevilla.
Esta tradición fue pasándose de cigarrera
en cigarrera hasta llegar a Madrid, en donde algunos comerciantes viendo el
boom de aquella prenda comenzaron a elaborarlos de más alta calidad y a un
precio que resultaría completamente desorbitado para las originarias cigarreras sevillanas.
Como habéis podido ver, chulos somos y
seremos por siempre, pero tampoco nos engañemos, que no somos tan originales
como podemos creernos en alguna ocasión.
Siéntete libre para comentar, compartir
e indicar tu parecer.
Nada más castizo que saber llevar un mantón de Manila.
(Fuente fotografia.antoniobalsera)
Salvadora, la última organillera de Madrid.
Fotografía de Juan Yanes.
(Fuente entredosamores)
Mil gracias, muy interesante, como todo lo que publicas diariamente. Saludos "deste lao del charco" México.
ResponderEliminarTe he escuchado en el podcastizo.