Constantemente, uno tiene que andar escuchando lo mucho que está cambiando la ciudad... lo bonita que era antes y lo atroz que es ahora... Lo que la han malogrado todos y cada uno de los alcaldes y ediles que hemos tenido etc... etc... etc...
Pero la verdad, qué queréis que os diga, siempre he tenido la sospecha de que si la ciudad cambia, lo hace en gran medida en función de cómo cambiamos nosotros, nos podemos empeñar y protestar por lo bonitos que eran los cines de la Gran Vía y la esencia que ha perdido la misma, pero lo verdaderamente cierto, es que si aquellos cines cerraron y las nuevas megatiendas abren en su lugar, es por lo poco que asistíamos a los primeros y como acudimos en masa a abarrotar a las segundas. Lo cierto es que se nos llena la boca sobre cómo deberían de protegerse los negocios centenarios, y la pena que nos da que se cierren, pero si luego preguntas, la inmensa mayoría de los que tanto lloran poco o nada acuden a consumir o comprar en ellos.
Con esto, no quiero dar lecciones de nada a nadie, pues no me considero ni mucho menos con potestad para ello, pero hagamos una reflexión, ¿cambia Madrid o cambiamos los madrileños?
En definitiva, como ocurre en esta ventana en el tiempo, las ciudades y sus paisajes viven, cambian y se mantienen según nosotros mismo lo hacemos y cómo nuestro hábitos influyen en ella.
Echad un vistazo a la ventana y pensar si protestando y quejándonos tanto, realmente conseguimos algo... yo creo que más nos valdría no protestar tanto y actuar un poco más.
Fotografía antigua: Autor desconocido1954 (Fuente Cucho Alvarado)Fotografía actual: Sergio Moreno 2017