LA CALLE DEL TORO.
LA CALLE BALLESTA.
CALLE DE LA CABEZA
MESÓN DE PAREDES
EL BARRIO DE LAS LETRAS
MALASAÑA
Alguno estará
pensando que voy a daros hoy una lista de bares a los que ir o sitios en los que rescatar la famosa Movida madrileña que durante los ochenta se gestó en este Barrio, pero
arriesgándome a su decepción, hoy no voy a hablaros del barrio, sino de
la heroína que hoy da nombre a la calle, y popularmente a todo el barrio que
oficialmente es el Barrio de Maravillas pero que todos los madrileños conocemos
por el Barrio de Malasaña.
Manuela
Malasange Oñoro nació en Madrid el 10 de Marzo de 1791, su padre Jean Malasange
era de procedencia francesa y su Madre Marcela Oñoro era una dedicada ama de casa madrileña que realizaba trabajos puntuales como costurera, oficio que su
hija heredó y el cual desempeñaba en un taller próximo a su calle. El apellido
de su abuelo paterno fue españolizado ya que sonaba demasiado afrancesado como para
vivir en un Madrid que no tenía demasiadas simpatías con el país vecino, aunque hay quienes mantienen que este lo españolizaron mucho antes cuando aún no había ninguna revuelta con Francia y sus franceses, en verdad no se sabe realmente cuando se castellanizó su apellido.
Existen dos
versiones sobre lo que ocurrió aquel día en que Manuela y su familia pasaron a
la posteridad en la memoria popular.
En la primera de
las hipótesis, la mañana del 2 de mayo de 1808, cuando Manuela sólo contaba con
17 años, la joven desde el balcón de su calle un cuarto piso del número 18 de
la Calle de San Andrés, ayudó a defender el Parque de Infantería de Monteleón.
Su padre disparaba desde el balcón y su madre y ella lo abastecían de
municiones para que no cejara en su defensa ni un segundo. Un disparo alcanzó
de muerte a la joven dejándola tendida a los pies de su padre quién continuó
disparando las armas que le proveía su mujer con el cadáver de su hija tendido
a sus pies, hasta que éste y su madre también cayeron abatidos.
En la segunda de
las hipótesis, y que es la que yo siempre había conocido, Manuela se encontraba trabajando en su taller de costura cuando
se iniciaron los levantamientos, la
dueña las negó la salida hasta que se hubieran terminado los enfrentamientos.
Ya de regreso a su casa Manuela fue
abordada por unos soldados franceses que
intentaron aprovecharse de la muchacha, la joven sacó las tijeras propias de su oficio, que llevaba
en su falda e intentó defenderse con ellas, no llegó a
hacerles nada, pero dado que portar armas estaba totalmente prohibido, los
soldados la ejecutaron allí mismo sin el menor miramiento por la muchacha.
Es difícil saber
cuál de las dos versiones es la real, puesto que los datos no son del todo
esclarecedores, pero lo que sí ha quedado es que Manuela fue registrada como el
cuerpo número 74 de las muertes de aquella jornada. Fue enterrada en
la iglesia de la Buena Dicha en la calle Silva que por aquél entonces era un
hospital, donde también fue enterrada Clara del Rey, otra heroína de aquella
jornada que sin embargo no ha pasado a la posteridad con el mismo renombre que
Manuela Malasaña.
Hay una curiosidad sobre el Barrio de Malasaña que mucha gente desconoce, y es la de que la primera fábrica de nuestra cerveza Mahou, la más castiza, estaba en la Calle Amaniel de este Barrio, aunque todavía no se la conocía como Cervezas Mahou sino que se llamaba Hijos de Casimiro Mahou, fábrica de hielo y cerveza. Y Bueno, hasta aquí nuestro recorrido hoy por la imagen de esta pobre niña que de fuera cuál fuese el modo en que murió ya se ha ganado un trocito de nuestros corazones.
LA CALLE MONTERA
La primera alude a que antes de que los límites de Madrid llegasen a esta calle, se decía que el horizonte que se dibujaba desde ella hacia las afueras parecían los picos de una montera.
Pero la tercera y sin duda la que tiene más encanto, alude a que en esta calle residía la mujer (viuda en otras versiones) de un montero mayor de Felipe III (un montero era un oficio similar al de cetrero). Por lo visto la mujer en cuestión además de ser guapa a raudales, se presentaba en público con atuendos provocativos, lo cual provocaba que un gran número de hombres deambularan por la calle constantemente paseándose bajo su balcón para solicitar sus favores.
Aunque no existe registro de que la citada dama aceptara los requerimientos de galán alguno, sí que se tiene constancia de que llegaron a generarse incluso duelos a muerte entre los followers de la citada dama. La señora llegó a tener restringidas sus salidas a la calle a sus visitas a la iglesia, dado que generaba tales revuelos que la calle era un clamor y los galanes daban estocadas a su paso con tal de robarle una mirada.
No se sabe si fue el propio rey o la inquisición (según la hipótesis que se tome) quién tomó cartas en el asunto, pero el caso es que la señora fue invitada a abandonar la calle en la que residía e invitada a mudarse fuera de la corte a la que no volvió nunca más, aunque parece que con el tiempo, aún no se ha conseguido que el gentío masculino deje de deambular por la calle en busca de mujeres de vestimenta provocativa.
CALLE MARQUÉS DE CUBAS
Pero bueno volvamos al marqués que da nombre a la calle. El Marqués de Cubas que respondía al nombre de Francisco de Cubas y González-Montes, nació en Madrid en 1826. Su título le fue otorgado por el propio Papa León XIII como compensación a sus inmensas obras benéficas. Fue pensionado en Roma y en 1858 obtuvo la Primera Medalla en la Exposición Nacional de las Bellas Artes. En 1870 ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que fue presidente de la sección de Arquitectura. Pero si hay algo por lo que el marqués ha pasado a nuestros días, es por ser el Alcalde más efímero y productivo de todos los que han regido la ciudad de Madrid. Vamos uno de esos que todos desearíamos en nuestros días pero que parece difícil de encontrar.
Su mandato al frente de la casa de la Villa duró tan solo 25 días, llegó a la alcaldía a los 64 años un 6 de noviembre de 1892 en sustitución de Alberto Bosch y se dedicó todos y cada uno de esos pocos días, a desenmarañar toda la corrupción que este había tejido durante su mandato. Raro era el día que no salía desfilando algún funcionario corrupto o algún puesto que había hecho la vista gorda en algún asunto turbio. En esos 25 días también inauguró la Biblioteca Nacional y realizó la primera memoria sobre el presupuesto Municipal, principal problema por el que se escapaba el erario público al no existir un detalle exhaustivo de las cuentas municipales.
Tras limpiar todo lo limpiable bajo sus dominios, dimitió del cargo renunciando a su sueldo íntegro, cosa que aunque no era nada para su bolsillo, ya que era un hombre bastante acaudalado, si es cierto que no es común ver ni en aquellos, ni en nuestros días.
En su faceta profesional además de arquitecto y un excelente hombre de negocios, dedicó gran parte de su dinero a restaurar y edificar grandes edificios de nuestra ciudad, alguno de los cuales lo realizó también de manera gratuita.
De su labor salieron edificios tan importantes como:
- Las obras de rehabilitación de las Salesas Reales en la calle Santa Engracia nº 18
- El museo Antropológico en Alfonso XII nº 68
- El Palacio Arenzana (Actual embajada de Francia) en la calle Salustiano Olozaga nº 9
- La iglesia del Sagrado Corazón en Claudio Coello
- El convento de las Siervas de María de Tudela.
- La universidad de Deusto en Bilbao
- El Mausoleo de los Duques de Alba en Salamanca.
- O el proyecto definitivo de la reforma de la Catedral de la Almudena a la que se dedicó en cuerpo y alma durante los últimos días de su vida.
Tras todo este inmenso legado, el bueno de Francisco falleció en su Madrid en 1899 y sus restos junto a los de sus esposa tienen un hueco en el mausoleo de la Catedral de la Almudena a la que debemos parte de su gran esplendor y bajo la que se encuentran los restos de uno de los políticos más éticos y generosos que jamás hayan gobernado esta villa y corte.
Por ello aunque su historia no esté plagada de anécdotas y curiosidades, creo que su persona en sí es lo suficientemente interesante como para ser recordada y traída como ejemplo a nuestros días.
Imagen del Marques de Cubas
Imagen del asesinato de Presidente Prim en la calle del Turco
Placa de la calle donde se informa el lugar del atentado
Azulejo con el nombre de la calle
DON GIL Y SUS POLLAS
LA PLAZA DE LA CEBADA.
El nombre de la plaza viene dado ya que en la calle cercana del mismo nombre, se separaba la paja del grano de cebada para utilizarla como forraje para los caballos. Con toda seguridad el grano se vendía en la plaza en los citados puestos callejeros junto con verduras, legumbres y tocino y el forraje era enviado entre otros lugares a las caballerizas reales.
También en ella se instaló una de las fuentes que servía de suministro de Agua a los madrileños. Esta se conocía como la Fuente de la Abundancia y abasteció de agua a los madrileños hasta el 27 de marzo de 1840 en que se inició su demolición.
Pero la Plaza también tiene su lado oscuro ya que durante años fue escenario de diversas ejecuciones públicas. En ella dieron su último respiro diversos maleantes y bandidos como son el célebre Luis Candelas y Pedro Chico. En la época de Fernando VII rara era la semana en la que no se instalaba en el centro da la plaza su patíbulo y las iglesias de San Millán y Nuestra señora de Gracias avisaban a los vecinos con sus campanas el desenlace definitivo de los reos.
La Plaza durante los años de la República se denominó la Plaza de Riego, en homenaje al militar y político Manuel del Riego defensor de la constitución de 1808 ante el gobierno de Fernando VII, pero lo cierto es que aunque en ella sí se ajustició al héroe nacional, para asombro de los madrileños este no se mostró frente a su desenlace con la misma valentía que había demostrado durante su vida militar y política.
Por suerte estos espectáculos en nuestros días son vistos como una auténtica locura, cosa que no pasaba en aquellos días, donde poder presidir una ejecución desde alguno de los balcones de la Plaza, estaba a la altura de poder presidir una corrida de toros en la Plaza Mayor.
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