De
vez en cuando, uno, que es dado a meterse en fregados en los que nadie le llama
meterse, tiene el lujo de que un “marroncete” se convierta en un auténtico lujo
o en una oportunidad inesperada.
Esto
es lo que hoy me ha ocurrido, al colaborar con una buena causa como es la
campaña de Change.org, que varios amantes de Madrid habían iniciado ya unos meses atrás, para salvar el mural del principio de la Calle
Embajadores. Este mural, necesita ser restaurado, pero desde hace más de doce
años, el consistorio parece haber olvidado su promesa de encargarse de su restauración.
Hoy,
el programa "Las
claves del día", de Telemadrid se ha ofrecido a hacer un reportaje
sobre el tema y dado que vivo cerca, me he pasado a colaborar en lo que
pudiera. Esto, que de entrada para los que como yo, no somos duchos en labores
televisivas, es un verdadero trago, me ha permitido, por otra parte, conocer en
persona a Enrique Cavestany, el creador del mural y una autentica enciclopedia
viva de nuestro Madrid y charlar con él prácticamente en exclusiva, durante
unos preciosos quince o veinte minutos previos a la entrevista.
Hemos
estado hablando de los inicios de aquel precioso mural, que yo no sabía que su
verdadero nombre era Cocktail Grand Luxe, como la lata de metal que sale en el
mismo mural y que se lo puso en honor a un anuncio de la época.
Yo
recordaba cuando lo pintaron en mi niñez, recordaba que cuando tenía ocho años, junto a mi
madre y mi abuelo, estuvimos bajo los andamios viendo como trabajaban y lo
componían. Él por su parte me ha contado, que el original tenía unos dos metros
aproximadamente y lo pintó en su estudio, intentando transmitir el Rastro que
ahora recordamos los que hemos tenido el lujo de conocerlo como estaba antaño,
como se ve tal cual en el mural. Me ha contado como después hicieron
diapositivas, para poder pasar el original de aquel cuadro mediante
estarcidos a unos cartones de unos dos metros de grande, que por cuadrículas,
fueron pasando sus líneas principales a la pared haciendo agujeritos en el
cartón y marcando las líneas principales de esos trazos maestros introduciendo añil por
esos agujeros a la pared, para posteriormente con estas guías de proporciones,
poder pintarlo entero.
Al
parecer, para hacer el mural, el Ayuntamiento contrató a dos pintores para que
lo pintaran, pero Enrique, al enterarse de su experiencia y más aún de los
escasos emolumentos que el Ayuntamiento pretendía pagar a los chicos por
realizar aquella obra, se ofreció a ser él mismo quién lo pintara con la ayuda
de aquellos pintores. El Ayuntamiento le proporcionó una pintura traída de
Alemania, la cual debido a su calidad aseguraba la obra prácticamente de por
vida, pero aun así, se comprometió a que si pasados veinte años esta se
deterioraba, correría con los gastos de restauración, cosa que debió hacer hace ya doce años pues la obra de realizó en Junio de 1983 y hasta la fecha no ha
recibido ni el más mínimo cuidado.
He
podido admirado, escuchar a Enrique como con el corazón en la garganta y el
recuerdo en la mirada, me comentaba lo dolorosos que era para él observar el
estado en el que actualmente se encontraba el mural, como le dolía reconocer
aún entre los desgastados rostros a algunos amigos, que ya no se encuentran
entre nosotros, incluido uno de sus tres hijos, que en el mural aparecen
representados sobre una mesa. Como el mural aparte de poseer a un Joaquín
Sabina que con abrigo azul, parece caminar por el Rastro con aire señorial,
también lleva del brazo a la propia esposa del artista, que ya la pobre, tiene
el rostro completamente borrado por el paso del tiempo. Como él mismo, aparece,
escondido bajo el toldo de uno de los puestos con melena y una barba más
frondosa que la que aún luce, al lado de algunos otros amigos e incluso la
cabeza de su propio padre, que surge tras de unos abrigos en un puesto del
rastro. Como Lucia, la primera esposa de Sabina posó desnuda para el cuadro y
como amigos y familiares se van desgranando por distintas partes del cuadro.
También
he tenido el lujo, de escuchar contarme sus tiempos de la Mandragora (de la que
fue propietario) y cuya característica entrada verde, aparece también en la
parte superior del mural ya prácticamente irreconocible. Como en aquel año del
77 se atrevió a montar aquel negocio que pretendía parecerse a los locales
franceses de Jazz de la época del inicio del movimiento hippie.Como en aquellos
años, de iniciar una nueva era con el caudillo ya fallecido, se respiraban
muchos miedos de cambio por las calles y corrían porrazos grises a la mínima
señal de intención de salirse de madre. He podido disfrutar de escuchar como de
primera mano me contaba como Joaquín y su recién difunto íntimo amigo Javier
(Krahe) le quitaron la caspa al mal llamado concepto del “cantautor” y como con
la arrogancia y rebeldía que daba la juventud de aquellos años, sin quererlo,
en la Mandragora, fueron y cito más o menos textualmente “la otra cara de la
movida madrileña, se convirtieron en los que se movieron y por eso no salieron en
la movida foto de la movida”. Me contaba Enrique con tremendo cariño en
sus palabras, como cuando Alaska y todos aquellos “veinteañeros” comenzaron
a reinventar el término Pop a lo español y a liar la que liaron,
ellos ya estaban en la treintena, en otra línea muy distinta y con ganas de
cambiar el mundo desde otro enfoque completamente distinto, pero igual de reivindicativo y
repleto de intenciones.
Por
último, Enrique me ha explicado que el propio Joaquín Sabina, intentó comprar
el original del cuadro del que salió el mural, tras encontrarlo en un punto del
propio Rastro, que voy a preferir no mencionar, pero que su “dueño” (y lo
entrecomillo ya que su verdadero dueño sólo puede ser Enrique como autor o el
Ayuntamiento que fue quién pago el trabajo, nadie sabe cómo llegó a manos de un
tercero) se pasó tres pueblos al tasarlo y pidió un precio totalmente
prohibitivo para la obra y para el momento en el que se trataba.
Bueno, espero que con estas palabras os
haya podido transmitir un poco del mágico encuentro, que hoy he disfrutado al
lado de este artista Enrique Cavestany para mí ha sido todo un regalazo que no
me esperaba que me deparara este día y no podía menos que compartirlo con todos
vosotros.
Por favor. cuando os encontréis delante de
estas leyendas vivas de nuestro Madrid, no dejéis nunca de preguntarles,
siempre, siempre, sale uno premiado con creces. Gracias artista. Nos
vemos donde sea.
Os dejo el link de la recogida de firmas en Change.org por si queréis colaborar firmándola así como darle toda la publicidad que podáis, para ver si el Ayuntamiento nos hace algo de caso y salva esta maravilla de nuestro Madrid.
Madrid, Sergio, es una estupenda ciudad que, apenas ahora, se va recuperando de veinticuatro años de gobierno municipal de "la caspa". Blogueros como tú, colaborais en reafirmar la presencia viva, la historia, las historias grandes y pequeñas y la identidad de nuestra ciudad. Soy uno de los muchos gatos madrileños a los que nunca nos ha preocupado la "limpieza de sangre" de quien por el mero hecho de vivir y trabajar en Madrid se pueden y se deben considerar madrileños. Ya lo saben quienes como tú, hacen de Madrid una ciudad de acogida y de solidaridad. Y además, del Rastro. Casi ná! Un cordial saludo y viva Madrid que es nuestro pueblo!
ResponderEliminarEnrique, todo un lujo haberte puesto cara y sobre todo voz, hoy ha sido una charla que recordaré con cariño por muchos años. GRACIAS!!!!
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