Corrían los tiempos del ínclito Alfonso de Borbón y Borbón, de Borbón y Borbón, de Borbón y Borbón, de Borbón y Borbón, más conocido por todos como Alfonso XII por aquello de no resultar reiterativo y morir de borbonidad, cuando su mujer María Cristina de Habsburgo y Lorena, conocida digo yo en su casa como la Mari Cristi o la Regentita, y que tenía más mala leche que Risto Mejide en un talent de televisión, visita San Sebastián durante un veraneo. Mari Cristi queda tan prendada de la Bella Easo, que ni corta ni perezosa se pone a inaugurar casas y palacetes por allí y decide que el agua de la Concha será la que le moje sus tobillines durante gran parte de los veranos de su vida y que las kokotxas pasen a ser delicatessen de primera.
Allí comienza a ir a ver partidos de pelota vasca, y tal es la regularidad con la que acude que se convierte en una follower de los más importantes pelotaris del momento.
Dado que no hay reina, ni reinona, que no tenga un nutrido número de palmeros dispuestos a ir allí donde quiera la influencer, llega un momento en que la pelota vasca se convierte en un deporte del gusto de las más altas esferas, y claro, como en Madrid está la corte, el deporte se traslada y comienzan a proliferar los frontones en la capi, como mejillones de batea.
En estas estamos cuando a Pepe Arana le toca la Lotería de Navidad y se decide a promover todo tipos de lugares y eventos culturales entre San Sebastian y Madrid. Es entre otros, el promotor de la Semana Grande de San Sebastián, gerente del Teatro Real, promotor taurino y quien le suelta al arquitecto Joaquín de Rucoba y Octavio de Toledo quinientas mil pelas de las de entonces, para que haga el frontón más piti de la capi.
Este, que ya había realizado edificios como la Plaza de toros de la Malagueta o el mercado Central de Altazanares, se pone a diseñar a lo grande y construye un frontón como si no hubiera un mañana, con unas 4000 personas de aforo, más del doble del siguiente frontón más grande de los madriles, el cual es inaugurado el 29 de mayo de 1894, (o de abril, que también hay quien adelantan un mes la fecha de inauguración).
El problema es que al abrirse tantos frontones en Madrid, y comenzar a ensombrecerse el deporte por la sospechas de amaño de los resultados, debido a las apuestas montadas por el Codere de la época, pues la gente comenzó a perder interés por asistir y tres años después de su apertura, se hizo tan insostenible el organizar allí eventos, que se cerró para la actividad para la que había sido creado.
Lo curioso es que tras aquello se ha utilizado para casi de todo y en casi todas las actividades para las que se usó, ha durado más de lo que duró como frontón. Ha sido concesionario de motos Harley Davidson y de la marca americana de coches Studebaker, almacén de yeso, de encurtidos, dispensador de la vacuna de la polio (que a ver si nos creemos que lo de la vacuna del Covid es la primera vez), comisaría y prisión durante la Guerra Civil, lugar de ensayo para grupos de música con proximidad a la falange, y de nuevo, concesionario y taller de chapa y pintura de la Citroën. Por ser, fue incluso el lugar elegido para probar y presentar el primer mando a distancia de la historia. ¡Ahí es na!
En 1997 en un estado bastante ruinoso es comprado por la sociedad vasca Jai Alai quienes tras un largo periodo de luchas y burocracia, junto con la asociación Salvemos el Beti Jai, consiguen que en 2011 la Comunidad de Madrid lo considere Bien de Interés Cultural y que se inicien los trámites para su rehabilitación, cosa que aunque aún está en proyecto, a día de hoy nos permite poder visitar para conocer esta maravilla de nuestro Madrid y la recuperación de uno de los edificios más antiguos que se conservan en el barrio de Chamberí.
Aquí os dejo algunas fotografías de mi reciente visita, para aquellos que aún no hayáis podido pasaros a verlo.
Pasillo de acceso al frontón en donde se puede ver la construcción en curva para distribuir el peso a los pilares principales dando una maravillosa acústica al lugar
Fontal principal por donde accedían los pelotaris a la pista
Gradas de 4 alturas en curva para facilitar la visión desde cualquier lugar
Maderas de las escaleras y los ojos de buey originales esperando a ser restaurados
Espacio en el que se instaló el primer marcador electrónico de España
Visión de la parte trasera del frontón
Pista de juego con sus 64 metros de largo y 28 de ancho para permitir el juego de cualquier tipo de pelota
Detalles de la reconstrucción en madera tras retirar los techos de uralita que se instalaron en su etapa como taller de chapa. Magnifico trabajo de rehabilitación.
Todas las fotografías son propias.