LA PIERNA DEL TATO

Corría el 7 de junio de 1869 en la plaza de la Puerta de Alcalá, cuando el cuarto toro de la ganadería de Vicente Martínez envistió la rodilla derecha del diestro Antonio Sanchez “El Tato”.
La herida de cuatro centímetros de largo por tres de profundidad, sobrecogió al tendido cuando el torero cayó al suelo tras los tres intentos que el torero había tenido de terminar con la suerte del astado.
Hasta aquí todo hubiera quedado en un simple lance, de los muchos que se han escrito en la crónica del toreo, pero la curiosidad llegó cuando la cosa se complicó y los médicos del torero, siete días después del incidente, decidieron que la única vía para salvar la vida del torero era amputarle aquella pierna.
Al parecer según los galenos de la época, cuando el toro Peregrino embistió al torero, éste tenía los cuernos manchados de la sangre fresca de un caballo enfermo de arestín y por éste motivo aquella herida infectó con tanta rapidez, al adentrarse en ella el virus del caballo.
Fuera como fuese la pierna fue amputada, sin anestesia por especial rechazo del torero, y llevada a una botica de la calle Fuencarral nº 11 para que allí fuera embalsamada.
El boticario realizó el encargo y colocó la pierna en su escaparate que estaba situado en lo que hoy en día es el Edificio Telefónica de la Gran Vía, a la espera de que el torero se recuperara y decidiera qué quería hacer con su pierna perdida.
Al parecer según contaban los diarios de la época, la gente se agolpaba frente al escaparate para ver la pierna del famoso torero, convirtiéndose sin duda en uno de las campañas de marketing más macabras de la época.
Pero la reliquia, para desgracia del farmacéutico que había encontrado una auténtica mina en aquel encargo, no duró demasiado, puesto que un incendio tan solo un mes después del incidente, 13 de julio de 1869, arrasó la botica quedando reducidas a cenizas tanto la pierna como todo lo que se encontraba en el interior del local, llevando a la ruina al pobre boticario que tan feliz se las veía con el reclamo de la pierna del Tato.
Por último, la expresión no ha venido ni el Tato, se refiere a este mismo torero, el cuál era tan habitual encontrarlo en los carteles de la época, que se empezó a usar esta expresión para indicar la ausencia de personas a un evento

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El Tato posando en postura torera

Presunta pierna del Tato expuesta en la botica.
(No hemos podido verificar que sea la real)

Grabado del momento de la cogida



1 comentario:

  1. Muy bueno, que curioso, además no conocía el origen de la expresión "ni el Tato"

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