El 5 de julio de 1808 Napoleón, otorgó oficialmente el reino de España a su hermano José
I Bonaparte, el cual tenía por aquel entonces cuarenta años.
Si
lanzáramos hoy en día una pregunta sobre su persona, el 90% de los españoles, te
responderían sin ninguna duda con su apodo “Pepe botella”.
Y es
que éste es sólo un retazo que ha perdurado en el tiempo de todo lo que se dijo
de él durante su reinado, bueno mejor dicho de todo lo que inventaros de él sus
detractores. De él llegaron a decir:
Que
era un enfermo sexual, que era tuerto, glotón, ludópata, violento y amante de
lo ajeno, incluso en alguna publicación malintencionada se le tacha de
patizambo y de tener un poco de joroba.
Sin
embargo el bueno de Pepe, no era nada de esto ni mucho menos. En verdad era un
hombre bastante atlético y de buen ver, que tenía bastante fama con las
mujeres, por lo que no es que fuera un enfermo sexual, sino que tenía un enorme
éxito entre las mujeres de la época más allá del encanto y sex appeal que suele
acompañar al poder.
Era
un hombre pacifista, nada dado a la violencia que de él se manifestaba.
Bastante culto, amante de las letras y que intentó ganarse el cariño de los
madrileños por todos los méritos, aunque esa era una batalla ya perdida de
antemano. A pesar de ser profundamente antitaurino, reinstauró las corridas de
toros que habían sido abolidas por Carlos IV, e incluso promulgó que estas
fueran de bajo coste (e incluso alguna gratuita) para que su pueblo pudiera acceder a
ellas.
A
pesar de tener fama de ser bastante tontaina, la verdad es que era un hombre
obsesionado con la cultura y el embellecimiento de Madrid, apoyó fuertes
excavaciones arqueológicas e invirtió cantidades muy importantes de dinero en
educación, en proyectos científicos y en hacer grandes obras para engalanar Madrid, como fue la construcción de la Plaza de Oriente, su mayor deseo urbanístico, la cuál ideó como el más precioso hall de entrada al Palacio Real, pero que también en este caso le sirvió como elemento de ataque a sus detractores, valiéndole el sobrenombre de Pepe plazuelas.
Pero
desde luego, lo más chocante sobre su figura es su mote más conocido, “Pepe botella”, pues a
pesar de que es lo más popular que ha llegado de él a nuestros días, lo más
curioso es que era mentira, era un hombre prácticamente abstemio muy poco dado
a las fiestas. Sí es cierto que organizaba grandes fiestas, pero no era por su
tendencia a la bebida sino por ganarse el apoyo y defensa de las altas esferas
madrileñas.
Seguramente
el culpable de que su adicción haya llegado a nuestros días, es que fue él, en febrero de 1809, quien aprobó la liberalización de las bebidas espirituosas, lo
que rápidamente se extendió por todo el pueblo de Madrid como un intento de
poder beber lo que se le antojara sin problema alguno, ni tener que pagar
impuestos, cuando en verdad como decíamos, el bueno de Pepe era muy poco tragón y
prácticamente abstemio.
Es
posible que si José Bonaparte hubiera gobernado en otra época y circunstancia,
hubiera sido uno de nuestros reyes más honrados y queridos, pero que le vamos a hacer, el
pobrecillo nació gabacho y en el peor tiempo para serlo en aquella España.
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