En casa de cualquier castizo que se
precie se ha mencionado esta frase en más de una ocasión, refiriéndonos al gordo
de barba blanca que con vestimenta roja y botas negras trae regalos a los niños
la mañana de navidad.
Y es que en la casa de cualquier
castizo que se precie, no hay espacio para Papa Noel, aquí somos todos de Reyes
Magos y no hay espacio para gordos que vengan a colarse en nuestras ancestrales
tradiciones, salvo si es para que traiga algún regalo a los peques, que en ese caso, se le puede dejar pasar para que deje los regalos, pero aquí somos de los tres reyes magos y no hay más.
El gordaco este al que todos
conocemos, es una mitificación bastante libre de la figura de San Nicolás de Bari, a quien en Madrid se homenajeaen la iglesia de San Nicolás, que tiene el honor de ser la más antigua del Madrid medieval de la que aún nos queda alguna parte en pie, pues solo una de sus torretas se conserva de la original.
Este Santo, que es de quien os quería hablar, y que era bueno y piadoso como todos (es algo que se lleva con el
cargo), tenía la peculiaridad de que era rico por penitencia, cosa que ya no es tan común. De alta cuna, al
fallecer sus padres se le vino encima una herencia nada desdeñable. San Nicolás,
decidió una noche que lo mejor que podía hacer con su herencia, era repartirla
entre los que más lo necesitaban y ni corto ni perezoso, cogió todos los
calcetines que le habían caído por reyes (no está muy claro que aún existieran los Reyes Magos, pero yo me lo imagino así) y se subió por las azoteas, tirando por
la chimeneas de los más necesitados, calcetines repletos de monedas de oro. De
ahí el principio de la tradición que aunque tiene algún símbolo mantenido en el tiempo, poco
tiene que ver con lo que nos ha llegado a nuestros días.
Pero si poco o nada tiene que ver
San Nicolás con Santa Claus, no digamos de la Navidad, sí señores, mal que nos
pese, la navidad, que es cuna indiscutible de nuestras tradiciones, no es más
que una serie de tradiciones tomadas como prestadas.
Para explicarlo un poco, nos
tendríamos que retomar a los tiempos del emperador Constantino, que fue el que dio
vía libre al cristianismo para que sea lo que hoy conocemos. Constantino era
muy fan, pero que muy muy fan del Mitraismo, una religión de la que escribió sus bases el profeta persa ZaraZushtra mucho tiempo antes (y que poco tiene que ver con Amancio Ortega, por si alguno había hecho asociación de ideas), por lo que cuando se montó el
concilio de Nicea, que para los que no lo conozcan, fue una especie de
convención PP-PSOE en la que los más importante e influencers de la época,
decidieron qué molaba y qué no de la nueva religión a la que se le daba
forma. Como os decía Constantino era muy fan del Mitraismo, por lo que a la
mínima colaba algo de esta religión, como por ejemplo el culto los domingos, la
aureola de los santos, que la diosa naciera el día 25 de diciembre de una
Virgen o que uno se purificara ungiéndose con agua al entrar en el templo.
Total, que en la Roma de entonces se
celebraba a finales de diciembre el solsticio de invierno, pues era cuando se
terminaba la siembra y venía un tiempo de descanso. La fiesta, que recibía el
nombre de saturnales, era la leche, venía Raphael a cantar el tamborilero, se comía
que era un no parar y los cuñados se explayaban hablando del último modelo de Ford Cuadriga que habían adquirido. Total que los romanos se tiraban unos días de bacanal
hasta que el último día, el 25 de diciembre, se cerraba el chiringuito con la
celebración al Sol Invictus.
Con lo que le gustaba a la
peña la fiesta y lo que comentábamos que le molaba al emperador la fecha del nacimiento de la diosa
Mitra, se decidió que caía mucho mejor que Jesucristo hubiera nacido el 25 de
diciembre en vez que en la primavera del año cero, que es cuando se estima que pasó por la tierra el cometa que se comenta en las sagradas esfrituras como la estrella de David.
Con esto, guardando el respeto que
me merece el culto a cualquier religión, creencia o tradición, sólo quiero
decir que no nos pensemos que nuestras tradiciones como la Navidad o la Semana
Santa, son mucho mejores que las de otros como Santa Claus o Hallloween, al final
todas son un gran amasijo de tradiciones, creencias y supersticiones pasadas, que se han ido amoldando en la historia al gusto de los que manejaban el
cotarro.
Dicho lo
dicho, os deseo a todos unas muy felices fiestas, celebrad lo que queráis,
total, si son unas fechas de paz y amor, siempre cabremos todos.
Papa Noel montado en Vespa en plena Gran Vía.
Fotografía de Gorka Lejarcegui.
Fuente. El País.
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