Dudo que exista algún amante de la
historia de Madrid que no haya oído hablar del protagonista de hoy, Don Pedro
de Répide, pero para la mayoría, aunque son muchas las historias que hemos
heredado de él, muy pocos conocen gran cosa de su figura.
Hoy vamos a dedicarle este humilde
homenaje a uno de los grandes de nuestra historia, no por ser protagonista de
ella, sino por ser uno de nuestros mejores contadores.
Pedro de Répide y Cornaro nació el 8
de febrero de 1882, de descendencia italiana por parte de madre, como a él
mismo le gustaba recordar descendiente directo de la última reina de Chipre.
Estudió Derecho, Filosofía y Letras en la Soborna donde también fue
bibliotecario de una Isabel II que ya se encontraba allí en su destierro.
Además de poseer el título de
Cronista de Madrid otorgado por el Ayuntamiento fue uno de los fundadores del
diario “La Libertad” en donde fue poco a poco escribiendo una de sus
principales obras “Las Calles de Madrid” que curiosamente estuvo escondida
durante años entre las páginas del diario, hasta que un buen amigo suyo, el
también ilustre madrileño Federico Romero, los recopiló en el grueso volumen
que a día de hoy a casi ninguno nos falta en nuestra biblioteca.
Pero esta no fue la única obra del
gran escritor y periodista, junto a ella destacan otros muchas publicaciones
como sus poemas “Las Canciones”, sus primeras novelas “La enamorada indiscreta”,
“”No hay fuerza como el amor”, “El agua en cestillo” e incluso otros libros y
novelas sobre su amada Madrid como son “Del Rastro a Maravillas” “El Madrid de
los abuelos”, “los cohetes de la verbena” o “los picaros de Amaniel” entre
otros muchas publicaciones que fue acopiando desde los diecinueve años.
Durante la guerra civil se vio
obligado a emigrar a las américas, pero su amor por Madrid no le permitió vivir
demasiado tiempo alejado de nuestra ciudad por lo que regreso para fallecer al
poco tiempo, el 16 de febrero de 1948.
Como fue descrito por una
publicación de la época “Su figura, su chaqueta ajustada, su capa airosa, su
paso resonante, parecen todavía vagar por alguno de los barrios madrileños,
aquellos de los organillos y los bailes chulescos, de las tascas oscuras
pintadas de rojo y puertas de cristal esmerilado, de taburetes y mesas
embadurnadas de pintura roja y mostrador de cine, donde se alineaban las
frascas de tintorro”.
Sirva este recuerdo, como homenaje a
uno de los personajes a los que más curiosidades y recuerdos debemos. Descanse
en paz.