Esta plaza toma el título del Conde
de Miranda ya que en ella se encontraba el Palacio de Cárdenas que era
propiedad de dicho noble y la cual se conocía en la Villa como la Casa de los
Salvajes, por las dos impresionantes figuras de piedra que enlucían su entrada.
Hoy por desgracia dicha casa ya no
podemos disfrutarla ya que desapareció durante el siglo XX, pero hay una
leyenda muy pintoresca que está relacionada con este lugar y la cual sí que ha
llegado a nuestros días.
Cuanta la leyenda que por la zona
solía vender biblias una señora, la cual se hizo muy popular en la villa ya que
corría el rumor por la comarca que quien compraba sus biblias poseería el don
de ser dichoso para el resto de sus días.
Obviamente una superstición como
esta provocó que rápidamente el precio de las Biblias de la señora se pusiera
por las nubes, y como contrapartida, como pasa en este país siempre que a
alguien le marcha bien, también sale alguien dispuesto a tirar por tierra la
raíz de sus bienes, por lo que no tardó tampoco mucho en llegar el rumor de que
aquella señora era una bruja y sus biblias realmente estaban malditas. Hubo
quien más allá aún comenzó a hacer la bola cada vez más grande indicando que
las biblias estaban forradas con la piel de los niños muertos que la propia
señora se encargaba de arrancar de los cadáveres en el cementerio.
Aquello ya fuera cierto o no,
resultaba escandaloso y obviamente provocó que la Santa Inquisición, que tenía
de Santa lo que yo de holandés, acudiera a la citada plaza para apresar a la
vendedora.
No
sabemos muy bien qué ocurrió en el juicio, ni si las biblias estaban malditas o
eran maravillosas, pero lo que sí está claro es que no se volvió a saber nada, ni de la señora, ni de sus biblias, por lo que esperamos que no llegara a
sufrir demasiado en manos de aquella inquisición con tan mal juicio como peor
benevolencia.
Plaza del Conde de Miranda (Fuente es.hoteles)
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