Eran las tres de la mañana del 13 de julio de 1936 cuando
un grupo de asalto de las fuerza republicanas irrumpía en el apartamento de José Calvo Sotelo en el número 89 de la Calle Velazquez para solicitarle no de muy
buenas maneras que le acompañaran a dar una vuelta.
El resultado de aquella incursión terminó con el diputado muerto de dos tiros en su cabeza, sirviendo como excusa para que el General
Franco y otros generales se sublevaran contra el gobierno cinco días más
tarde desatando la más cruenta guerra de nuestra historia.
Durante la dictadura, Calvo Sotelo fue honrado con
distintas calles y plazas e incluso un tramo del Paseo de Recoletos llegó a
llevar su nombre.
Al parecer el origen de este crimen, partió principalmente de dos motivos, el primero fue la sede parlamentaria del 16 de junio de ese mismo año, en la que
Calvo Sotelo cruzó unas fuertes y subidas de tono acusaciones, con el Ministro de Obras Públicas Santiago
Casares Quiroga; y en segundo lugar del asesinato el día 12 de julio del Teniente José
Del Castillo Sáez de Tejada, republicano, quien a las diez de la
noche y tras pasear con su mujer con la que se había casado un par de meses
antes, en el cruce de Augusto Figueroa con la calle Fuencarral, cuatro
simpatizantes de extrema derecha, lo abatían en plena calle sin que éste tuviera
tiempo de sacar su arma reglamentaria, falleciendo en el suelo de inmediato.
La instrucción del caso del asesinato de Calvo Sotelo,
tuvo que iniciarse dos veces, ya que al inicio de la Guerra Civil, concrétamente el 25 de
julio de 1936, aparentemente un grupo de milicianos robó la instrucción del caso,
sin que a día de hoy se sepa absolutamente nada de qué ocurrió con la
documentación principal del caso, ni con las declaraciones que fueron tomadas
en los días previos a la consecución del asesinato.
Fuera como fuese y sin pretender justificar de manera
alguna, toda la barbarie que se cometió posteriormente por ambas partes, sí es
cierto que sin la decisión tan lamentable de estos dos crímenes, nuestra
historia es muy posible que hubiese sido completamente diferente, o al menos
nuestra costumbre de creernos en la obligación de pertenecer en absolutamente cualquier aspecto de nuestra vida, a uno de
los dos bandos de manera tan vehemente como solemos hacer.
Personalmente, y tras haber leído variadas versiones de ambos bandos, me quedo con lo que decía mi abuela (que es a quien de manera más inteligente he oído hablar sobre la Guerra Civil). Cuando la preguntaba sobre quién había sido el culpable, siempre me decía "Hijo, ¿la guerra? entre todos la mataron y ella sola se murió".
Por ello creo que más que culpable o inocentes, lo que hubo fue un único perdedor, todos, absolutamente todos nosotros perdimos.
Personalmente, y tras haber leído variadas versiones de ambos bandos, me quedo con lo que decía mi abuela (que es a quien de manera más inteligente he oído hablar sobre la Guerra Civil). Cuando la preguntaba sobre quién había sido el culpable, siempre me decía "Hijo, ¿la guerra? entre todos la mataron y ella sola se murió".
Por ello creo que más que culpable o inocentes, lo que hubo fue un único perdedor, todos, absolutamente todos nosotros perdimos.
Calvo Sotelo ya fallecido.
(Fotografía de Alfonso Sanchez Portela)
Calvo Sotelo tendido en el suelo momentos después de haber sido asesinado.
(Fotografía de Santos Yubero)
Dos periódicos con referencia a ambos asesinatos.
Fotografía del Teniente Castillo.
Esquina donde fue asesinado José Del Castillo Sáez de Tejada