¿Quién no ha
pasado alguna vez por la calle Montera? Pero... ¿sabes a qué se debe su nombre? Pues bien tres son
las hipótesis que han quedado en el tiempo sobre su origen.
La primera alude a que antes de que los límites de Madrid llegasen a esta calle, se decía que el horizonte que se dibujaba desde ella hacia las afueras parecían los picos de una montera.
La primera alude a que antes de que los límites de Madrid llegasen a esta calle, se decía que el horizonte que se dibujaba desde ella hacia las afueras parecían los picos de una montera.
La segunda a que
una montera fue perdida o robada por el rey Sancho IV el
Bravo al inicio de la calle y de ahí quedó su nombre. Incluso existen
unos versos que rezan sobre esta hipótesis «Al
pasar esta vereda, perdió el rey la montera» y «Como Don Sancho era bravo, caminó con grande enfado».
Pero la tercera y sin duda la que tiene más encanto, alude a que en esta calle residía la mujer (viuda en otras versiones) de un montero mayor de Felipe III (un montero era un oficio similar al de cetrero). Por lo visto la mujer en cuestión además de ser guapa a raudales, se presentaba en público con atuendos provocativos, lo cual provocaba que un gran número de hombres deambularan por la calle constantemente paseándose bajo su balcón para solicitar sus favores.
Aunque no existe registro de que la citada dama aceptara los requerimientos de galán alguno, sí que se tiene constancia de que llegaron a generarse incluso duelos a muerte entre los followers de la citada dama. La señora llegó a tener restringidas sus salidas a la calle a sus visitas a la iglesia, dado que generaba tales revuelos que la calle era un clamor y los galanes daban estocadas a su paso con tal de robarle una mirada.
No se sabe si fue el propio rey o la inquisición (según la hipótesis que se tome) quién tomó cartas en el asunto, pero el caso es que la señora fue invitada a abandonar la calle en la que residía e invitada a mudarse fuera de la corte a la que no volvió nunca más, aunque parece que con el tiempo, aún no se ha conseguido que el gentío masculino deje de deambular por la calle en busca de mujeres de vestimenta provocativa.
Pero la tercera y sin duda la que tiene más encanto, alude a que en esta calle residía la mujer (viuda en otras versiones) de un montero mayor de Felipe III (un montero era un oficio similar al de cetrero). Por lo visto la mujer en cuestión además de ser guapa a raudales, se presentaba en público con atuendos provocativos, lo cual provocaba que un gran número de hombres deambularan por la calle constantemente paseándose bajo su balcón para solicitar sus favores.
Aunque no existe registro de que la citada dama aceptara los requerimientos de galán alguno, sí que se tiene constancia de que llegaron a generarse incluso duelos a muerte entre los followers de la citada dama. La señora llegó a tener restringidas sus salidas a la calle a sus visitas a la iglesia, dado que generaba tales revuelos que la calle era un clamor y los galanes daban estocadas a su paso con tal de robarle una mirada.
No se sabe si fue el propio rey o la inquisición (según la hipótesis que se tome) quién tomó cartas en el asunto, pero el caso es que la señora fue invitada a abandonar la calle en la que residía e invitada a mudarse fuera de la corte a la que no volvió nunca más, aunque parece que con el tiempo, aún no se ha conseguido que el gentío masculino deje de deambular por la calle en busca de mujeres de vestimenta provocativa.
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Ascensor de la Red de Metro de San Luis, en la Calle Montera, era gratis de bajada y de pago de subida. De desmontó piedra a piedra en 1970 tras cincuenta años de servicio, se llevó a Porriño (Galicia) ciudad natal de su arquitecto Antonio Palacios
Cátedra publica en el Ateneo de la Calle Montera nº 32.
Calle Montera en el año 1895
Obras de Pavimentación y retirada del tranvía en la calle Montera.
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