En el año 1810
en el punto exacto donde se unen las plazas de Santa Ana con la del Ángel se edificó
el Palacete de los condes de Montijo y Teba, este edificio se convirtió en poco
tiempo en uno de los más visitados por la alta alcurnia madrileña, no tanto por
la majestuosidad del edificio, sino por las dotes de su anfitriona Doña María
Manuela Kikpatrick, que como supongo habréis adivinado no era de procedencia
totalmente castiza. Doña María Manuela, tras heredar de su padre, un acaudalado
Escoces que hacía sus negocios principalmente en Andalucía, decidió que lo
mejor que podía hacer por sus hijas era buscarles el mejor marido posible. Por ello se dedicó a realizar las mejores tertulias, fiestas y reuniones del
Madrid de la época. Muchas fueron las reuniones que en su casa se realizaron para
retornar a los Borbones a la corona de España en favor de Alfonso, hijo de
Isabel II. Ella fue quién introdujo las fiestas de disfraces en nuestro país,
cosa que ya era célebre en otras muchas capitales europeas pero que en nuestro
país no se veían hasta la fecha como propias de la flor y nata del país.
María Manuela no cejó en su empeño hasta alcanzar el propósito que la había llevado a convertir su casa en prácticamente
una sala de fiestas, por fin consiguió que su hija Paca casará con el Duque de Alba y
a su hija Maria Eugenia con el emperador de Francia Napoleón III (Eugenia de Montijo), no está nada mal el botín para haberlo urdido entre fiestas y tertulias.
Tiempo después este edificio lejos de perder el esplendor de la época se trasformó en hotel, el famoso hotel Reina Victoria el cuál era elegido por lo más laureado de la tauromaquia española para descansar antes de las mejores faenas de nuestro acervo taurino, hasta ser conocido por todos los madrileños como el hotel de los toreros.
El mismísimo Manolete tenía la costumbre de reservar la habitación 220 del hotel para pasar sus horas de descanso previas a cada corrida. No sabemos muy bien si por preparar la corrida del día siguiente o por disfrutar de su romance con la actriz Doña Antonia Broncalo Lopesino más conocida por Lupe Sino, que si bien mucha gente piensa que era mexicana, no es menos cierto que era natural de Guadalajara, pero de la de aquí, de la misma alcarria vamos. No sé muy bien si la equivocación era por darle más glamour a la figura o por si la actriz prefería renegar de sus ancestros, pero lo realmente cierto es que el amor que en la época hubiera llenado los Sálvames de la época realmente no poseía esa nota exótica que muchos otorgan.
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Doña María Manuela Kikpatrick
Las niñas Francisca y María Eugenia
María Eugenia y su ahijada Victoria Eugenia
Vista de la plaza de Santa Ana (foto archivo ABC)
Postal antigua del Hotel Reina Victoria
Plaza e Santa Ana año 1900.
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