A veces la rutina de un paisaje nos hace olvidar el que lo enlucía en otro tiempo. Sin duda la zona ha ganado en comodidad para el comercio, aunque no se yo si el sacrificio estético estará alguna vez justificado. De todos modos hoy recuperamos un Madrid que no volverá.
Fotografía antigua Autor y año desconocidos. Es anterior a la guerra civil, cuando se estaba adoquinando la plaza del Callao. (Fuente wagonslits)
A la izquierda done hoy está el edificio del Corte Ingles, estaba entonces la entrada al Hotel Florida. A la derecha otro precioso edificio que hoy en día ha sido sustituido con la FNAC.
Fotografía moderna: Sergio Moreno Enero de 2017.
MADRID SE LIMPIA CON MUERTOS.
Supongo que la mayoría de los que
estén leyendo este post, pensarán que me ha vuelto loco, o que el exceso de alguna sustancia me ha nublado el cerebro, pero lamentándolo mucho el
título de este post no es más que la pura verdad. Y es que, allá por el siglo
XVII, en Madrid se utilizaba para la limpieza del día a día, una especie de
lejía cuyo origen seguramente hubiera puesto los pelos de punta a sus usuarios.
En aquella época, como os decía, se
elaboraba una especie de Don Limpio para el cual como uno de los ingredientes base se tenían que utilizar cenizas
en su elaboración, y de dicho preparado se encargaban como no podía ser de otro
modo, los ceniceros. Los ceniceros eran un gremio, que como era habitual en
Madrid con otros muchos gremios se ubicaban todos juntitos, en este caso en la zona de Atocha y que según se cuenta, junto a otras leyendas, son los que dieron nombre a la calle con su nombre, la
calle de los Ceniceros.
La labor de estos, supongo que
bastante poco aseados trabajadores, no era otra que la de meterse dentro de los
hornos de leña que había por todo Madrid para su limpieza, saneamiento y
manutención. Los ceniceros lejos de desechar las sobras de sus trabajos las recogían y juntaban, para más tarde poder elaboraban el mencionado limpiador. Y hasta aquí todo correcto, si no fuera por
el sutil detalle, de que obviamente estos trabajadores no tenían la potestad de
elegir qué hornos limpiaban y que hornos no, y lo mismo les tocaba hoy limpiar
la hollín del horno de un panadero, que mañana les tocaba limpiar los hornos de
la Santa Inquisición, que como podéis imaginar, no se usaban únicamente para
asar el cabrito en Nochebuena.
El más conocido de estos hornos se
encontraba muy cerquita de la zona en la que hoy se encuentra la puerta de Alcalá,
pero como resulta que la olorisca no era muy atractiva y suponemos que los de
la inmobiliaria de la zona estaba que echaban chispas, se decidió desmantelarlo
y llevarlo más a las afueras, trasladándolo a lo que hoy conocemos como la
Glorieta de Ruiz Giménez (el extrarradio de entonces).
Ni que decir tiene, como muchos ya
sabréis, que aquellos hornos de la inquisición tuvieron un tiempo en que eran
un no parar de actividad y ajetreo, por lo que os podéis suponer de donde eran,
en parte, las cenizas que se usaban para el Neutrex Antigua protagonista de esta
entrada.
Con todo lo dicho, podéis imaginaros la alegría de las limpiadoras que a falta de fregona, que aún no se había inventado, además tenían que estar limpiando y lavando con aquel mejunje a mano y de rodillas
Por suerte, o por desgracia para los más macabros, no nos han llegado a nuestros días documento que nos indique si el olor de aquel preparado se vendía en su versión perfumada o si únicamente se comercializaba en bruto, pero algo nos dice, dado el origen de sus materiales, que lo más seguro es que se vendiera a granel y sin ningún tipo de refinamiento, por lo que ya sabéis, por muy duro que suene o nos parezca en nuestro días, Madrid se limpió con las cenizas de aquellos pobres muertos que fueron quemados en los hornos de la inquisición, y que libres de culpa o no, sin duda pasaron a un final mucho más purificador.
Por suerte, o por desgracia para los más macabros, no nos han llegado a nuestros días documento que nos indique si el olor de aquel preparado se vendía en su versión perfumada o si únicamente se comercializaba en bruto, pero algo nos dice, dado el origen de sus materiales, que lo más seguro es que se vendiera a granel y sin ningún tipo de refinamiento, por lo que ya sabéis, por muy duro que suene o nos parezca en nuestro días, Madrid se limpió con las cenizas de aquellos pobres muertos que fueron quemados en los hornos de la inquisición, y que libres de culpa o no, sin duda pasaron a un final mucho más purificador.
Grabado representativo de un auto de fe (Autor desconocido)
CABALGATA DE REYES
Supongo que ninguno de vosotros
olvidará aquellas frías tardes del 5 de enero en las que, o bien de niños, o bien
con vuestros peques, habéis pasado las de Caín, para poder ver la llegada de
sus majestades los reyes de oriente. Y es que como ya comentamos cuando
hablamos de Papa Noel, en Madrid somos de los reyes magos de toda la vida.
Pero lejos de entrar en debates
sobre si los trajes de los reyes magos son los adecuados, sobre si una Drag Queen, Pocoyó o Bob Esponja pintan algo en una cabalgata o sobre el debate que cada año nos acompañe (que seguro que iremos añadiendo motivos de queja), vamos a hablar
de las cabalgatas, que son una tradición cuyo origen realmente tiene poco que ver con una tradición cristiana. Aunque si tenemos en cuenta que los propios reyes magos ni si quiera son llamados por su nombre en ninguno de los evangelios oficiales, la verdad es que la tradición de los reyes magos conserva mucho más de fiesta infantil que de fiesta netamente religiosa desde ya sus inicios.
Como os decía los reyes magos como tales no se comenzaron a nombrar hasta pasados más de 300 años del establecido como año cero, y realmente nadie comenzó a hacerles casi mención hasta más o menos el 1300 de nuestra era.
Como os decía los reyes magos como tales no se comenzaron a nombrar hasta pasados más de 300 años del establecido como año cero, y realmente nadie comenzó a hacerles casi mención hasta más o menos el 1300 de nuestra era.
Pero volviendo a la tradición madrileña, que es la que a nosotros nos interesa, la primera celebración o festejo de
la víspera de los reyes magos viene de 1844, cuando un grupo de vecinos decidió
salir a la calle, y cargados con escaleras acercarse hasta una de las puertas
de Madrid para subidos sobre las escaleras gritar ¡Ya vienen! ¡Ya se ven a los
reyes magos!, unos dicen como gracieta y otros para mofarse de los extranjeros que no tenían ni idea de quién eran los reyes que venían esa noche.
Ya fuera por creerse la gracieta,
por lo original de la broma, o por el que nos gusta una juerga
más que a un tonto un palote, el caso, es que se comenzó a reproducir la escena
año tras año, y por todas las puertas de la muralla de Madrid se generaban
comparsas de hombres, mujeres y algún chiquillo que se unía al cachondeo, que
con cacerolas y antorchas inundaban la fría noche madrileña de un mágico jolgorio
en honor de sus majestades.
Se montaba tal follón, que en 1882
el Ayuntamiento, que en eso de la monetización ha sido siempre un aguililla,
decidió poner una tasa de un duro a cada comparsa que decidiera salir a liarla.
Aquello fue un revés, pues qué queréis
que os diga, nos gusta la juerga pero mucho más cuando no cuesta peaje, para
que nos vamos a engañar, con lo que lo de las comparsas comenzó a flaquear y
como nos pasa con Cortylandia cada año parecían más flojas.
Y con estas llegamos a 1928, cuando
el Heraldo de Madrid, decidió que si se montaba algo organizado, podía
conseguir que el Ayuntamiento perdiera el miedo a los jolgorios de antaño, y
decidió organizar la primera cabalgata oficial de los Reyes Magos. Así que a
las 11 de la mañana se inició un recorrido que partió desde el antiguo Circo Price
hasta finalizar aproximadamente dos horas después en el asilo de San José, todo muy mañanero para que no diera pie a cachondeos, y allí se repartieron juguetes y regalos a los niños del asilo, que con la más
preciosa de las sonrisas dieron vía libre para esta preciosa tradición tuviera de nuevo lugar hasta nuestros días.
Por ello, si los vestidos son más clásicos o menos, o si los reyes van a caballo o en tractor, o si sois de Melchor, Gaspar, Baltasar o Amazón tampoco le deis mayor importancia, total, se trata de que los niños disfruten la fiesta, no de ser tan purista. Total sin nuestros comentarios despectivos y nuestras constantes quejas, ellos siempre las disfrutan, les pongan lo que les pongan.
Por ello, si los vestidos son más clásicos o menos, o si los reyes van a caballo o en tractor, o si sois de Melchor, Gaspar, Baltasar o Amazón tampoco le deis mayor importancia, total, se trata de que los niños disfruten la fiesta, no de ser tan purista. Total sin nuestros comentarios despectivos y nuestras constantes quejas, ellos siempre las disfrutan, les pongan lo que les pongan.
Entrega de juguetes en el asilo de San Rafael (6 enero 1951. Campua)
TORRECILLA DEL LEAL
Según nos cuenta Pedro de Repide, la calle Torrecilla del Leal, debe su nombre a una curiosa leyenda del siglo XIV durante la primera Guerra Civil Castellana.
Madrid era fiel a Pedro I de Castilla, frente a los intentos de arrebatarle la ciudad de su hermano por parte de padre, Enrique de Trastámara, al que más tarde se le conocería como Enrique II de Castilla.
Las más importantes familias madrileñas se repartieron la defensa de las puertas de la ciudad, hasta que los madrileños con su sudor, y con demasiada de su sangre, consiguieron hacer cejar al bastardo hermano de su asedio.
Al parecer antes de iniciar su retirada, las tropas de Enrique decidieron hacer noche en una pequeña hacienda que se situaba extramuros de la ciudad y la cual estaba coronada por una pequeña torre. El dueño de la hacienda se negó a que aquellos traidores se alojaran en su hacienda por lo que la defendió con toda la gallardía y arrojo que tenía.
Por desgracia para él, las tropas de Enrique, que tras la derrota no estaban para que les tocaran las palmas, le ahorcaron en su torre, por lo que desde aquel momento y hasta nuestro días, los madrileños decidieron recordar su valentía llamando a su torre como la Torrecilla del Leal, y de ahí el valeroso nombre de la calle a la que hoy rendimos homenaje.
Fotografía antigua: Oronoz, año desconocido.
Fotografía moderna: Sergio Moreno 2016.
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Calles,
Curiosidad,
Ventanas en el tiempo.
FRASES Y REFRANES DE MADRID (Parte 17)
Soldaditos de
Pavía. No habrá madrileño que se precie que
no haya degustado los impresionantes soldaditos de Pavía de Casa Labra. En esta
mítica taberna del centro de Madrid además de fundarse el PSOE en su primera planta,
también comenzó a hacerse popular este exquisito bocado de bacalao rebozado. El nombre es curioso pero se lo empezó a dar pues en Madrid en el Cuartel de Conde
Duque tenía su sede el regimiento de Húsares de Pavía, quienes al parecer,
vestían una chaquetilla de tono similar al de los citados bocados y de ahí se
les quedó el nombre.
Ir al charco
del obrero. A mediados del
siglo XX se inauguró en Madrid la piscina más grande de Europa dentro del Parque
Deportivo Sindical Puerta de Hierro. El complejo se caracterizaba por tener
unos precios bastante asequibles, por lo que se convirtió rápidamente en un
lugar perfecto para las clases obreras pasaran sus jornadas de calor estival.
Salir de bureo. La expresión que para todos tiene el significado de irse
de juerga o de fiesta, tiene su origen en la palabra francesa Bureau que literalmente quiere decir despacho.
En Madrid, en la corte de Carlos I, se instituyó la Junta del Bureo, que además
de encargarse de la economía y aprovisionamiento de la Casa Real, también era
la encargada de resolver los incidentes de gravedad que se ocasionaran entre
los miembros de la servidumbre.
En aquella época la justicia habitual no tenía derecho a conocer las causas criminales de la servidumbre del rey, salvo en algunos
casos como el amancebamiento, el contrabando o el uso de disfraces, por lo que
se creó este pequeño “tribunal” compuesto por el propio personal, para juzgar y
castigar los delitos cometidos entre el servicio. Por lo que en realidad irse
de Bureo, suponía de todo menos una buena juerga.
Colgarte un San
Benito o Sambenito. Como casi
todos sabréis la expresión nos viene a indicar que a la persona se le ha
colocado una etiqueta de la que va a ser difícil que pueda librarse en lo que
le queda de vida, y la verdad, es que la expresión viene siendo literalmente
esto desde su origen. El sambenito realmente se refiere al saco que colocaban
en los tiempos de la inquisición a los condenados para que fueran causa de mofa
pública. El saco se acompañaba normalmente de un capirote y eran bendecido
normalmente por un sacerdote, por lo que pasaba a ser el saco bendito, y de ahí
pasó a ser el Saco de Benito hasta derivar a nuestro pesado y latoso Sambenito.
TRANVIA CALLE TOLEDO
Fotografía antigua: Santos Yubero. Archivo Regional Comunidad de Madrid. Signatura 7590_01 (Fuente Andrés Molina Gonzalez)
Fotografía moderna: Sergio Moreno 2016
Etiquetas:
Ventanas en el tiempo.
¡¡¡¡ESE SEÑOR NO SALÍA EN EL CUENTO!!!!
En casa de cualquier castizo que se
precie se ha mencionado esta frase en más de una ocasión, refiriéndonos al gordo
de barba blanca que con vestimenta roja y botas negras trae regalos a los niños
la mañana de navidad.
Y es que en la casa de cualquier
castizo que se precie, no hay espacio para Papa Noel, aquí somos todos de Reyes
Magos y no hay espacio para gordos que vengan a colarse en nuestras ancestrales
tradiciones, salvo si es para que traiga algún regalo a los peques, que en ese caso, se le puede dejar pasar para que deje los regalos, pero aquí somos de los tres reyes magos y no hay más.
El gordaco este al que todos
conocemos, es una mitificación bastante libre de la figura de San Nicolás de Bari, a quien en Madrid se homenajeaen la iglesia de San Nicolás, que tiene el honor de ser la más antigua del Madrid medieval de la que aún nos queda alguna parte en pie, pues solo una de sus torretas se conserva de la original.
Este Santo, que es de quien os quería hablar, y que era bueno y piadoso como todos (es algo que se lleva con el
cargo), tenía la peculiaridad de que era rico por penitencia, cosa que ya no es tan común. De alta cuna, al
fallecer sus padres se le vino encima una herencia nada desdeñable. San Nicolás,
decidió una noche que lo mejor que podía hacer con su herencia, era repartirla
entre los que más lo necesitaban y ni corto ni perezoso, cogió todos los
calcetines que le habían caído por reyes (no está muy claro que aún existieran los Reyes Magos, pero yo me lo imagino así) y se subió por las azoteas, tirando por
la chimeneas de los más necesitados, calcetines repletos de monedas de oro. De
ahí el principio de la tradición que aunque tiene algún símbolo mantenido en el tiempo, poco
tiene que ver con lo que nos ha llegado a nuestros días.
Pero si poco o nada tiene que ver
San Nicolás con Santa Claus, no digamos de la Navidad, sí señores, mal que nos
pese, la navidad, que es cuna indiscutible de nuestras tradiciones, no es más
que una serie de tradiciones tomadas como prestadas.
Para explicarlo un poco, nos
tendríamos que retomar a los tiempos del emperador Constantino, que fue el que dio
vía libre al cristianismo para que sea lo que hoy conocemos. Constantino era
muy fan, pero que muy muy fan del Mitraismo, una religión de la que escribió sus bases el profeta persa ZaraZushtra mucho tiempo antes (y que poco tiene que ver con Amancio Ortega, por si alguno había hecho asociación de ideas), por lo que cuando se montó el
concilio de Nicea, que para los que no lo conozcan, fue una especie de
convención PP-PSOE en la que los más importante e influencers de la época,
decidieron qué molaba y qué no de la nueva religión a la que se le daba
forma. Como os decía Constantino era muy fan del Mitraismo, por lo que a la
mínima colaba algo de esta religión, como por ejemplo el culto los domingos, la
aureola de los santos, que la diosa naciera el día 25 de diciembre de una
Virgen o que uno se purificara ungiéndose con agua al entrar en el templo.
Total, que en la Roma de entonces se
celebraba a finales de diciembre el solsticio de invierno, pues era cuando se
terminaba la siembra y venía un tiempo de descanso. La fiesta, que recibía el
nombre de saturnales, era la leche, venía Raphael a cantar el tamborilero, se comía
que era un no parar y los cuñados se explayaban hablando del último modelo de Ford Cuadriga que habían adquirido. Total que los romanos se tiraban unos días de bacanal
hasta que el último día, el 25 de diciembre, se cerraba el chiringuito con la
celebración al Sol Invictus.
Con lo que le gustaba a la
peña la fiesta y lo que comentábamos que le molaba al emperador la fecha del nacimiento de la diosa
Mitra, se decidió que caía mucho mejor que Jesucristo hubiera nacido el 25 de
diciembre en vez que en la primavera del año cero, que es cuando se estima que pasó por la tierra el cometa que se comenta en las sagradas esfrituras como la estrella de David.
Con esto, guardando el respeto que
me merece el culto a cualquier religión, creencia o tradición, sólo quiero
decir que no nos pensemos que nuestras tradiciones como la Navidad o la Semana
Santa, son mucho mejores que las de otros como Santa Claus o Hallloween, al final
todas son un gran amasijo de tradiciones, creencias y supersticiones pasadas, que se han ido amoldando en la historia al gusto de los que manejaban el
cotarro.
Dicho lo
dicho, os deseo a todos unas muy felices fiestas, celebrad lo que queráis,
total, si son unas fechas de paz y amor, siempre cabremos todos.
Papa Noel montado en Vespa en plena Gran Vía.
Fotografía de Gorka Lejarcegui.
Fuente. El País.
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