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CALLE ARENAL

Hoy vamos a pasear un rato por esta conocida calle del Arenal, que mantiene el orgullo de ser de las pocas calles de nuestra ciudad, que ha mantenido su nombre desde su inicio. Esto se debe a que su nombre procede del material que en principio componía esta calle y que se transformaba en barro en épocas de lluvia. Este material comenzó a taparse con los restos de aplanar otras calles como las de Jacometrezo y alguna otra adyacente. Hasta que el 3 de Febrero de 1896 algún iluminado del Ayuntamiento, de los muchos que han regido esta Villa y Corte, decidió que el material idóneo para esta calle, con el fin de eliminar el ruido de las ruedas de los carros hacían contra los escombros utilizados para aposentar sus arenas, no era otro que el corcho, por lo que se pavimentó esta avenida de dicho material. Esta genial idea, como no podía ser de otra manera, sólo duró hasta el primer día de lluvia, con las que se hizo migajas y se percataron que la idea, igual no estaba del todo lograda.
Esta calle fue testigo el 18 de Julio de 1872 del intento de asesinato de Amadeo Saboya, en ella también vivieron los músicos Ruperto Chapi en el n° 20 y Albéniz en el 26, además del torero Frascuelo en el n° 22 cuyo entierro conmocionó al Madrid de finales del XIX.
Pero si hay un edificio que guarda historia en esta calle, además de los palacetes donde lo más noble de Madrid residía como el palacio de Gavíria en el número 9 de la calle, es la Parroquia de San Ginés, donde aún hoy en día, los Sábados, puede visitarse la genial obra del Greco «La expulsión de los mercaderes del templo» y donde fue bautizado Quevedo, se casó Lope de Vega y falleció Tomas de Vitoria.
Otros interesantes edificios de la calle Arenal, son el mítico Teatro Eslava, convertido en nuestros días en una de las discotecas más famosas de la ciudad en el número 11 de la calle y en el número 8 reside el más famoso de los vecinos de esta calle, que no es otros que el ratoncito Pérez, el cual tiene su casa y museo en la primera planta de este número, no está mal el paseo de hoy, tras varios siglos de anécdotas, creo que nos hemos merecido parar a tomar un chocolate en la mítica chocolatería de San Ginés.

Amanece en Arenal, a la hora de los fantasmas.






Recorte del Diario EL MOTIN del 3 de Febrero de 1896 
(Fuente BNE Digital)

CALLE DEL CODO

Una calle nunca puede elegir el motivo por el que pasará a la historia, y aunque es habitual que su historia suela estar unido al de algún famoso, el motivo no siempre es todo lo decoroso que uno desearía.
Este es el caso de la calle del codo, que sin comerlo ni beberlo ha pasado a la historia por ser el lugar preferido donde Quevedo se paraba a descansar su vejiga.
Por aquel, entonces era habitual que desde las ventanas de las casas se vaciaran los orinales al grito de "Agua vaaa" y que los Madrileños orinaran en las esquinas sin ningún tipo de disimulo.
Pues bien, dado que el tufillo de las calles era importante, la corona, decidió colocar una serie de cruces en los lugares más orinados por los viandantes, con un cartel anunciando que "Donde hay una cruz no se orina".
Una vecina de la citada calle del codo, cansada de que Don Francisco parara a miccionar cada día en la esquina que da nombre a la calle (se llama así por su forma acodada), solicitó que colocaran en su portal una cruz con el citado cartelito. Lejos de solucionarse el problema, para su sorpresa, al día siguiente amaneció una pintada con el siguiente texto, escrito del puño y letra del propio Quevedo. "Y donde se orina no se ponen cruces".
En fin, es triste pero a la pobre calle del codo, no se le conocen muchos más méritos que el de haber sido receptor de tan guarra y célebre anécdota. Al menos sigue siendo una de las calles más bucólicas y encantadoras para aquellos que les guste callejear alejándose del recorrido turístico.
Otra de las curiosidades que la calle encierra, es que para la mayoría es recordada pues en ella se hacían los exámenes de mecanografía, por lo que no guarda un grato recuerdo para muchos.
Por último, señalaros, que su entrada es por lo menos para mi, la entrada de calle más estrecha de todo Madrid, por lo que cuando entréis en ella, no olvidéis mirar hacía arriba y ver como parece que los edificios que le dan paso van a llegar a tocarse en su extremo.





Imágenes propias