En la entrada de hoy, vamos a recorrer frases
que se han escrito, dicho o cantado sobre nuestra preciosa ciudad.
Ni que decir tiene, que si conoces alguna
otra, que seguro que muchas más hay, os agradecería que me indicarais para
futuras entradas:
«Con su todo es ahora, con su nada es eterno,
con su rap y su chotis, con su okupa y su skin, aunque muera el verano y tenga
prisa el invierno la primavera sabe que la espero en Madrid».
Joaquín Sabina.
«En Madrid ocurre lo que no ocurre en ningún
lugar del planeta, que la gente pasea por unos sitios inmundos y se asoma a los
puentes que cruzan las autopistas como quien se asoma a ver las olas del mar».
Elvira Lindo.
«Adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes que
manan néctar, llueven ambrosía...».
Miguel de Cervantes.
«Sólo te nutre tu vívida esencia. Duermes al
borde del hoyo y la espada. Eres mi casa, Madrid: mi existencia, ¡Qué
atravesada! ».
Miguel Hernández.
«Madrid yace envuelto en sueño, todo al
silencio convida».
José De Espronceda.
«Estás más guapa, más sabia, más civil en
otra etapa, cambiaste de perfil, y eso me encanta, me encanta, Madrid, por eso
te canto, te canto, Madrid».
Miguel Cantilo.
«Yo nací en Madrid, pared por medio de donde
puso Carlos V la soberbia de
Francia entre dos paredes».
Lope de Vega.
«En este libro quiero dejar en pie al Madrid
eterno, lo bueno y bello de antes y de hoy... Y un poco de lo de mañana».
Juan Ramón Jiménez.
«Yo salí de Granada, y vine a ver la gran
villa de Madrid, esta nueva Babilonia, donde verás confundir en variedades y
lenguas el ingenio más sutil».
Pedro Calderón De La Barca.
«La vida fluye incesable y uniforme; duermo,
trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal
-seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un
diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿Y por qué había de saltar de
improviso el evento impensado? ».
Azorín.
«Madrid, según frase acuñada por un periódico
satírico de la época, tenía sujetos los cordones de la bolsa con los dientes».
Eduardo Mendoza.
«Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz
sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta».
Mariano José De Larra.
«Allá donde se cruzan los caminos, donde el
mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo
de Madrid».
Joaquín Sabina.
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«A mí Madrid me da miedo, porque si
Valladolid me parece ya un enorme aparcamiento, Madrid me parece cinco veces
ese aparcamiento».
Miguel Delibes.
«Madrid es tener un gabán que abriga mucho y
con el que se puede ir tranquilo hasta a los entierros con relente. Madrid es
no admitir lo gótico. Madrid es la improvisación y la tenacidad. Madrid es
quedarse alegre sin dinero y no saber cómo se pudo comprar lo que se tiene en
casa».
Ramón Gómez De La Serna.
«Parece que hoy toca hablar de Madrid. Madrid
es una gran ciudad, o por lo menos una ciudad grande».
Francisco Umbral.
«Madrid, deshabitado como mi colchón el
verano en que me hice mayor, y ella que ya no llama».
Ismael Serrano.
«Adiós Madrid. Vuelvo a vivir. Dura raíz,
siento al partir que algo de mí se queda aquí ya para siempre: la ardiente
ilusión de quererte, ser fuerte y dejarte, sin dejar de amarte».
Alfredo Zitarrosa.
«Ay, qué Madrid este, todo apariencia. Dice
un caballero que yo conozco, que esto es un Carnaval de todos los días, en que
los pobres se visten de ricos. Y aquí, salvo media docena, todos son pobres.
Facha, señora, y nada más que facha. Esta gente no entiende de comodidades
dentro de casa. Viven en la calle, y por vestirse bien y poder ir al teatro,
hay familia que se mantiene todo el año con tortillas de patatas... Conozco
señoras de empleados que están cesantes la mitad del año, y da gusto verlas tan
guapetonas. Parecen duquesas, y los niños principitos. ¿Cómo es eso? Yo no lo
sé. Dice un caballero que yo conozco, que de esos misterios está lleno Madrid.
Muchas no comen para poder vestirse; pero algunas se las arreglan de otro
modo... ».
Benito Pérez Galdós.
«...en ella se ha verificado casi siempre el
desenlace de todos los sangrientos dramas que forman el tejido de nuestra
historia contemporánea, y de este punto fatídico, providencial, centro de todas
las carreteras del reino, han partido también los correos, los telegramas, las
órdenes terminales para todos los cambios políticos del país».
Ramón de Mesonero Romanos.
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