Glorieta de Pirámides 2

Como complemento a la anterior entrada que compartía con vosotros de esta sección "Ventanas en el tiempo", en la que divisábamos a un grupo de militares atrincherados en la Glorieta de Pirámides, os dejo este nuevo foto-montaje. No nos hemos desplazado de lugar, ni posiblemente de época, ya que en la imagen, también aparecen soldados asentados en la plaza. Sin embargo en esta ocasión, estos no están esperando el asedio del enemigo, sino que aparecen relajados e incluso sonrientes, disfrutando de una gramola que este instante de paz (seguramente dentro de una guerra), les brindó la suficiente tranquilidad, como para que uno se ellos acercara una gramola al puesto, cosa que sin ninguna duda era todo un lujo para el momento retratado en el instantánea.  
Espero que disfrutéis de este momento que sin ninguna duda hoy sería algo totalmente impensable.


Calle Galdo.

En esta ocasión esta "ventana en el tiempo" no nos deja demasiados cambios entre el presente y el pasado. Es más, si no fuera por el tranvía y por el coche que aparece en la imagen antigua, bien podría parecer que había simplemente manipulado la fotografía para quitarle el color en la parte central.
Hoy se trata de una instantánea de la calle del Carmen desde la calle Galdo, en la que este tranvía entra de manera intemporal para recorrer su último viaje ante nuestra mirada.
Espero que la disfrutéis.


Si alguno conoce el autor de la fotografía antigua, agradecería su comentario para poder editar la entrada incluyendo su nombre.

Glorieta de Piramides.

Vamos con otro foto-montaje de esta sección Ventanas en el tiempo. 
En este caso se trata de una instantánea de la guerra civil en la  que unos militares están atrincherados en la glorieta de Pirámides. La casualidad ha querido que al hacer el montaje parezca que están esperando el asedio de lo que se les viene desde el Vicente Calderón. Esperemos que sea ese el único asedio que vuelva a repetirse en nuestra historia.


Fotografía antigua: Guillermo Zúñiga.
Fotografía moderna: Sergio Moreno.

PEDRO DE RÉPIDE.

Dudo que exista algún amante de la historia de Madrid que no haya oído hablar del protagonista de hoy, Don Pedro de Répide, pero para la mayoría, aunque son muchas las historias que hemos heredado de él, muy pocos conocen gran cosa de su figura.
Hoy vamos a dedicarle este humilde homenaje a uno de los grandes de nuestra historia, no por ser protagonista de ella, sino por ser uno de nuestros mejores contadores.
Pedro de Répide y Cornaro nació el 8 de febrero de 1882, de descendencia italiana por parte de madre, como a él mismo le gustaba recordar descendiente directo de la última reina de Chipre. Estudió Derecho, Filosofía y Letras en la Soborna donde también fue bibliotecario de una Isabel II que ya se encontraba allí en su destierro.
Además de poseer el título de Cronista de Madrid otorgado por el Ayuntamiento fue uno de los fundadores del diario “La Libertad” en donde fue poco a poco escribiendo una de sus principales obras “Las Calles de Madrid” que curiosamente estuvo escondida durante años entre las páginas del diario, hasta que un buen amigo suyo, el también ilustre madrileño Federico Romero, los recopiló en el grueso volumen que a día de hoy a casi ninguno nos falta en nuestra biblioteca.
Pero esta no fue la única obra del gran escritor y periodista, junto a ella destacan otros muchas publicaciones como sus poemas “Las Canciones”, sus primeras novelas “La enamorada indiscreta”, “”No hay fuerza como el amor”, “El agua en cestillo” e incluso otros libros y novelas sobre su amada Madrid como son “Del Rastro a Maravillas” “El Madrid de los abuelos”, “los cohetes de la verbena” o “los picaros de Amaniel” entre otros muchas publicaciones que fue acopiando desde los diecinueve años.
Durante la guerra civil se vio obligado a emigrar a las américas, pero su amor por Madrid no le permitió vivir demasiado tiempo alejado de nuestra ciudad por lo que regreso para fallecer al poco tiempo, el 16 de febrero de 1948.
Como fue descrito por una publicación de la época “Su figura, su chaqueta ajustada, su capa airosa, su paso resonante, parecen todavía vagar por alguno de los barrios madrileños, aquellos de los organillos y los bailes chulescos, de las tascas oscuras pintadas de rojo y puertas de cristal esmerilado, de taburetes y mesas embadurnadas de pintura roja y mostrador de cine, donde se alineaban las frascas de tintorro”.
Sirva este recuerdo, como homenaje a uno de los personajes a los que más curiosidades y recuerdos debemos. Descanse en paz.


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FRASES Y REFRANES DE MADRID (parte 7)

Continuamos con otra entrega de nuestra recopilación de frases madrileñas. Como siempre al final os añadiré el enlace a las anteriores por si alguno no las pudo ver en su día.
   
Tiene más salidas que la puerta de Alcalá. Es una frase muy castiza y hace un paralelismo entre la rapidez mental de una persona y la nueva Puerta de Alcalá, que al ser mandada hacer se la dispuso con más arcos (salidas) que la anterior y que sus homónimas. Además al tener dos caras distintas, da la impresión de ser dos Puertas en una. También algunos historiadores indican, que el termino salidas, se refiere a que  en aquella época la puerta de Alcalá era la que más salidas tenía pues de ella partían numerosos caminos que te llevaban a distintos sitios y por lo tanto era la que más salidas tenía, por ser a la que más destinos te llevaba.
Hacer el primo. Esta expresión se utiliza para indicar que alguien se está equivocando debido a su carácter tontorrón o simple. El origen de la expresión viene de los enfrentamientos del 2 de Mayo de 1808. Ese día el mariscal Joaquin Murat envió una carta al infante y a la Junta de Gobierno en los siguientes términos:
“Anunciad que todo el pueblo en que un francés haya sido asesinado será quemado inmediatamente... Que los que se encuentren mañana con armas, cualesquiera que sean, y sobre todo con puñales, serán considerados como enemigos de los españoles y de los franceses y que inmediatamente serán pasados por las armas."
Como despedida de dicho escrito se leía lo siguiente: "Mi primo; señores de la Junta; pido a Dios que os tenga en santa y digna gracia".
En aquel entonces según el protocolo de la Casa Real, el rey utilizaba la expresión Primo para referirse a los grandes de España en cartas y documentos, tanto oficiales como privados.
El mariscal en un intento de mofa utilizó esta expresión para referirse al Rey, sin saber que cuando la carta fue descubierta pasó a ser él el primer Primo de la historia, cambiándole radicalmente el significado a la expresión.
A buena hora mangas verdes. Este dicho proviene de los Reyes Católicos, los cuales crearon el cuerpo de la Santa Hermandad, el cual se encargaba de dar auxilio  en caso de emergencia. Estos en su uniforme llevaban unas bocamangas de color verde. El caso es que su impuntualidad era tan habitual que el dicho A buenas horas mangas verdes, comenzó a usarse de manera peyorativa para aludir a cualquier demora a un llamamiento. Es difícil mantener si esta expresión se originó en Madrid, pero la he incluido dado el alto uso que se hizo de ella entre nuestros vecinos.
Picar muy alto. Esta expresión se utiliza para indicar que las pretensiones de alguien son más altas que lo que su condición le permite.
El origen viene de que según cuenta la rumorología, Juan de Tasis, conde de Villamedina, tenía un romance con Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV. AL parecer en una corrida en la Plaza Mayor de Madrid, el conde participó en una corrida de rejones en homenaje al cumpleaños del rey. En un lance de la misma su amada se emocionó tanto que exclamó un sentido ¡Qué bien pica el conde! A lo que el Rey no con falta de sorna respondió “Pica bien, pero pica muy alto”
Expresión que corrió como la pólvora por toda la ciudad.

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PRIMERA GUARDERÍA DE MADRID.

Cuando llega el verano y los niños pasan grandes cantidades de tiempo entre sus padres, es cuando estos realmente valoran la importancia de las guarderías, pero ¿se te ha ocurrido pensar cuál fue la primera guardería de Madrid y una de las primeras de toda España?
Pues bien, esta guardería se la debemos a la mujer de uno de los reyes menos valorados de nuestra historia, nos referimos a María Victoria dal Pozzo della Cisterna, mujer de Amadeo de Saboya, cuyo reinado no llegó a durar ni tres años, debido al poco interés que los madrileños en particular y los españoles en general, despertaban sobre su figura, más o menos implantada tras el derrocamiento de Isabel II.
La buena de Victoria, intentó desde un principio ganarse la simpatía de su pueblo pero estos no estaban por la labor y lejos de reconocerle sus esfuerzos, la emprendían con saña sobre su figura con motes como “La reina húmeda” como mofa a sus apellidos o el de “La Reina de las Lavanderas”.
Este segundo mote es el que nos trae a la historia de hoy y le vino pues en uno de sus paseos por la ciudad, observó a las lavanderas que en la orilla del Manzanares ejercían su profesión a la par de que, con mil ojos, miraban a sus hijos que correteaban entre las aguas salpicándolo todo y escondiéndose tras las telas tendidas al sol.
Victoria quedó fascinada por la dedicación de aquellas madres trabajadoras, que aunque deslenguadas y muy poco cultas (llegaron a tener la prohibición mediante el Real Decreto de 1790, de gritar mientras trabajaban, debido a los improperios que soltaban por sus boquitas) lo cierto, es que eran unas madres dedicadas y que se preocupaban por no poder dar a sus hijos, ni el cuidado, ni la vigilancia que debían o les hubiera gustado.
A la reina se le ocurrió la idea de fundar con fondos propios, la que sería la primera guardería infantil. En ella las lavanderas podían dejar a sus hijos por la mañana y recogerles al terminar la jornada para llevarlos a casa
Para ello, el 13 de Enero de 1872 junto a la Glorieta de San Vicente abría las puertas La casa del Príncipe, más conocido como El Asilo de Lavanderas. En él que con la ayuda de las Hijas de la Caridad, los 300 niños que tenían capacidad en él, además de estar en un lugar más seguro y sano, que la orilla del Manzanares, también comían diariamente un plato de comida caliente (un verdadero lujo para mucho de ellos) y recibían leves conceptos de educación básica. El asilo también tenía unas seis camas que la reina decidió instalar, para que si alguna lavandera tenía algún accidente laboral, pudiera reponerse acompañada allí por su hijo y que este no quedara durante esos días al amparo de la providencia.
Lamentablemente el asilo fue derribado durante la guerra Civil y aunque en 1946 se volvió a abrir otro para el mismo uso en la esquina del Paseo de Pontones con el Paseo Imperial, la poca existencia de Lavanderas en Madrid, transformó su uso en un asilo para hijos de mujeres trabajadoras, independientemente de su profesión, el cual mantuvo esta actividad hasta que a principio de los años setenta cerró definitivamente. 
En 1981 el ayuntamiento llegó a barajar la idea de reconstruir el antiguo Asilo de Lavanderas como homenaje a la figura de aquella tan poco reconocida reina, pero suponemos que finalmente la idea no cuajó y andará en algún cajón del consistorio, esperando que alguien la desempolve y saque a la luz.

Nueva Escuela Asilo de las Lavanderas 1945.
(Fuente el Pais)

Lavanderos entre el punte de Toledo y el Puente de Segovia.

Casa del Príncipe o Asilo de las Lavanderas 1934.
(Fuente Libertad Digital)

María Victoria y Amadeo de Saboya 

LA CALLE DE LA VENTOSA.

En los paseos que estamos haciendo por las calles de Madrid, hemos visto distintos y variopintos motivos que han dado origen a sus calles, como el error de traducción de la Calle Espejo, los celos en Mesón de Paredes, o las distintas leyendas e hipótesis sobre la calle Arganzuela, pero el protagonista de hoy es aún más extraña si cabe, pues es posiblemente una de las pocas calles del mundo cuyo nombre se debe a un timador, bueno en este caso a una timadora o curandera que trabajaba y vivía en lo que hoy es esta calle sobre el siglo XVIII.
Según cuentan los historiadores, vivía en esta calle que anteriormente se llamaba Calle de la Paloma Baja, una curandera que respondía al nombre de Juana Picazo. Juana había sido adiestrada en las cualidades sanadoras de hacer cataplasmas con un vaso de cristal, al que con una vela se sacaba el oxígeno y al poner sobre la zona afectada producía un efecto ventosa, que en teoría era sanador y curaba algunos males.
Aquel método novedoso comenzó a ser muy popular entre la población madrileña, ávido de remedios nuevos que los sanasen de sus dolencias y que les permitieran trabajar para mantener a sus familias.
El principal problema, no eran las cataplasmas, que alguna cualidad sanadora se le ha otorgado a lo largo de la historia y de hecho aún se siguen utilizando para algunas dolencias musculares, el problema era que Juana cobraba por ello unas cantidades ingentes de dinero y que desconocedora de cualquier otro remedio, las usaba para prácticamente cualquier dolencia. Según decía ella los vasos que utilizaban habían sido propiedad de San Isidro, por lo que eran capaces de curar cualquier dolencia, pues sus beneficios venían por las cualidades mágicas que el santo había depositado sobre ellas y no de la técnica en sí.
Como suele ocurrir con los caraduras y timadores todo tiene un fin, por lo que en un momento dado sus clientes se cansaron hasta tal punto, de las engañosas artes de Juana, que la raparon el pelo, y subida a un burro la hicieron desfilar por las calles de Madrid, untada con alguna sustancia pringosa, que habían embadurnado en sus ropajes para cubrirla de plumas. De aquella guisa la fueron llevando por las calles de Madrid, mientras que los engañados por la timadora la insultaban y golpeaban en su recorrido.
No se sabe muy bien que acabó siendo de la curandera, pero lo que sí está claro es que aprendió su lección o al menos que nunca se volvió a saber de sus malas artes en las inmediaciones de Madrid.
Aun así, la casa y calle eran ya tan conocidas por todos como “la de las ventosas”, que se quedó con el nombre hasta nuestros días.


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