Vías monárquicas

Somos muchos, los que a menudo estamos buscando el significado o la historia de esta calle, o absorbiendo las muchas leyendas que las calles de Madrid nos guardan, y como uno es curioso por naturaleza, y para qué vamos a negarlo, un poco friki de todo lo que tenga que ver con Madrid, se me ocurrió un buen día verificar si todos los reyes de nuestra monarquía, estaban representados en alguna vía de la capital. Y como la curiosidad mató al gato, pues me puse manos a la obra a buscar calle a calle y monarquía a monarquía...
En primer lugar, como es lógico, tuve que comenzar la lista eliminando a Felipe VI y a Juan Carlos I puesto que al estar vivos, no competían en igualdad de oportunidades, ya que en Madrid los nombres de las calles están vetados para aquellas personas que aún están vivas, por lo que para el siguiente de la lista tenía que saltar hasta antes de la dictadura, con Alfonso XIII y Alfonso XII, quienes tienen una calle y una Avenida tan conocidas, que cualquiera los eliminaría de la lista de manera inmediata. Sin olvidarme del rey macarroni, Amadeo de Saboya a quien mantenemos su calle en el barrio de Moratalaz, me tocó dar el salto a Isabel II que aunque todos conocemos su plaza, como la Plaza de Ópera, no es menos cierto que su verdadero nombre es la Plaza de Isabel II.
Ya con su padre, a uno le surgen más dudas, y es que llegamos a un periodo de la historia donde por méritos propios se ganaron el que no quedara mención alguna de su pasado, pero lejos de lo que uno pensaría, Fernandito no sólo tiene una vía que lo recuerdan, sino que tiene dos. Por una parte está la Calle de Fernando VII que se encuentra por Arcentales, y pese a lo que a muchos pueda sorprender, también se encuentra la Plaza del Rey, que si bien es cierto que se le ha intentado quitar su mención al peor rey de nuestra historia, hasta el punto de poner el rostro de Felipe II al azulejo que indica el nombre de la plaza, como podeis ver en la fotografía de este artículo, lo verdaderamente cierto es que el nombre de la Plaza del Rey se creó en su origen para homenajear al hijo de Carlos IV.
Y damos el salto a Carlos IV y su padre Carlos III cuyas calles se encuentran en Arcentales para el primero y partiendo desde la plaza de Oriente para el segundo. Para seguir cronológicamente, Fernando VI tiene su famosa calle al lado de Alonso Martínez, y su predecesor Felipe V da nombre a la suya partiendo también desde la plaza de Oriente, que junto con la citada de Carlos III envuelven el maravilloso Teatro Real.
Llegamos a otro rey, por el que yo apostaba para que no tuviera calle, y es que lo más lógico era pensar que un rey como Luis I, que no llego a gobernar ni un año completo, era posible que no mereciera calle en la capital, pero lo cierto es que sí, que en el barrio de Vallecas tiene una calle que le nombra.
Carlos II, no sólo tiene calle, sino que también tiene travesía y aunque ambas están pegaditas entre San Blas y Las Rosas, a mi me parecen muchas calles para este rey.
Avanzamos hasta los tres Felipes, II, III y IV, con una Avenida para el primero por Goya, y dos calles para los predecesores: Al lado de la Plaza Mayor para el primero, y entre Neptuno y el Retiro para el segundo.
Y ahora llegamos a un caso que para mí, es cómico donde los haya, pues llegamos a Carlos I de España, y por ese carácter que tenemos los españoles, que a veces no hay por donde cogernos, pues no tenemos ninguna calle con este nombre, pero como somos más chulos que un ocho, pues en vez de Carlos I de España, le damos el nombre de Emperador Carlos V a la Glorieta de Atocha, y ¿para qué vamos a honrar a uno de nuestros más importantes monarcas con su título nacional, si le podemos recordar con su título germano? ¡¡¡Qué hu... tenemos!!!! pero bueno corramos un tupido velo.
Ya se nos va acabando la lista y llegamos al primero de los Austrias, Felipe I de Castilla, que con con su apodo Felipe "El hermoso" tiene su calle en el barrio de Chamberí para honrar el reinado más corto de nuestra historia. Y por lógica seguimos con su mujer, Juana "la loca", pero que para su calle, que se encuentra cerca de Josefa Valcarcel, al menos le hemos dejado su nombre con todos los honores Doña Juana I de Castilla.
Ya llegamos al final de la lista con los Reyes Católicos, que no sólo tienen su avenida como pareja, llegando a la Plaza de Cristo Rey, sino que él conserva su calle a título propio en Moncloa y ella la suya, que va de la Plaza de Santo Domingo a la Gran Vía.
Como ya os voy conociendo, y sé que no se os escapa ni media, ya imagino que os habréis dado cuenta, que deliberadamente me he saltado uno de nuestro reyes, que no es otro que José Bonaparte o Pepe botella como es más conocido. Y que pensáis, ¿tendrán también su vía en la capital?
Pues bien, sí y no. Es cierto que no existe, o al menos yo no he encontrado una calle, avenida o plaza en todo Madrid que esté dedicada a José Bonaparte, que si bien es cierto que fue un rey impuesto a la fuerza, también lo es, que su labor como rey merecería tal honor, mucho más que la mayoría de sus compañeros de lista, pero como somos como somos, y no es plan de empezar a cambiar a estas alturas, pues no, no he encontrado ninguna placa con el nombre del cultísimo de Pepe. Pero como a uno le gusta comprobar las cosas en más de una ocasión, cuando ya estaba a punto de darme por vencido, recordé que existe un tunel subterráneo, hoy cerrado al público aunque sé que existe algún proyecto para abrirlo, que comunica el Palacio Real con el Paseo de Virgen del Puerto y que recibe el nombre de Tunel de Bonaparte, por lo que si a dicho túnel lo consideramos una vía, aunque esté cerrado y sea subterráneo tampoco es tanta locura, conseguimos cerrar el círculo y podemos decir que todos los reyes de nuestra historia, al menos desde que España se considera como tal, tienen su representación en alguna vía de nuestra capital.

Espero no haberos aburrido demasiado con tanto viaje por el callejero y que al menos os haya descubierto algún secreto sobre las calles de Madrid, en esta alocada lista de calles y reyes. No sé me apetecía haceros algo original 

Azulejo de la Plaza del Rey (Foto propia)

Pasillo Verde Vías

Normalmente, las ventanas en el tiempo, suelen ganar en expectación cuando retroceden más de setenta u ochenta años, sin embargo hoy tenemos una ventana en el tiempo que sin retroceder más de 30 años su cambio nos deja un paisaje que para muchos estará totalmente olvidado, mientras que para otros guardará un maravilloso encanto de la infancia.
Yo tuve la oportunidad de jugar entre aquellas vías que para todos estaban totalmente prohibidas, pero que absolutamente todos los críos y jóvenes de la zona las recorrimos en más de una y de dos ocasiones.
Seáis como yo de los que hemos conocido esa época o no, espero podáis disfrutar de esta ventana en el tiempo.

Fotografía antigua. Aproximadamente años 90.Autor desconocido, si alguno lo conoce rogaría me lo indicara.
Fotografía moderna. 2018 Sergio Moreno

CITAS SOBRE MADRID.

En la entrada de hoy, vamos a recorrer frases que se han escrito, dicho o cantado sobre nuestra preciosa ciudad.
Ni que decir tiene, que si conoces alguna otra, que seguro que muchas más hay, os agradecería que me indicarais para futuras entradas:

«Con su todo es ahora, con su nada es eterno, con su rap y su chotis, con su okupa y su skin, aunque muera el verano y tenga prisa el invierno la primavera sabe que la espero en Madrid».
Joaquín Sabina.

«En Madrid ocurre lo que no ocurre en ningún lugar del planeta, que la gente pasea por unos sitios inmundos y se asoma a los puentes que cruzan las autopistas como quien se asoma a ver las olas del mar».
Elvira Lindo.

«Adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes que manan néctar, llueven ambrosía...».
Miguel de Cervantes.

«Sólo te nutre tu vívida esencia. Duermes al borde del hoyo y la espada. Eres mi casa, Madrid: mi existencia, ¡Qué atravesada! ».
Miguel Hernández.

«Madrid yace envuelto en sueño, todo al silencio convida».
José De Espronceda.

«Estás más guapa, más sabia, más civil en otra etapa, cambiaste de perfil, y eso me encanta, me encanta, Madrid, por eso te canto, te canto, Madrid».
Miguel Cantilo.

«Yo nací en Madrid, pared por medio de donde puso Carlos V la soberbia de 
Francia entre dos paredes».
Lope de Vega.

«En este libro quiero dejar en pie al Madrid eterno, lo bueno y bello de antes y de hoy... Y un poco de lo de mañana».
Juan Ramón Jiménez.

«Yo salí de Granada, y vine a ver la gran villa de Madrid, esta nueva Babilonia, donde verás confundir en variedades y lenguas el ingenio más sutil».
Pedro Calderón De La Barca.

«La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado? ».
Azorín.

«Madrid, según frase acuñada por un periódico satírico de la época, tenía sujetos los cordones de la bolsa con los dientes».
Eduardo Mendoza.

«Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta».
Mariano José De Larra.

«Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo de Madrid».
Joaquín Sabina.
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«A mí Madrid me da miedo, porque si Valladolid me parece ya un enorme aparcamiento, Madrid me parece cinco veces ese aparcamiento».
Miguel Delibes.

«Madrid es tener un gabán que abriga mucho y con el que se puede ir tranquilo hasta a los entierros con relente. Madrid es no admitir lo gótico. Madrid es la improvisación y la tenacidad. Madrid es quedarse alegre sin dinero y no saber cómo se pudo comprar lo que se tiene en casa».
Ramón Gómez De La Serna.

«Parece que hoy toca hablar de Madrid. Madrid es una gran ciudad, o por lo menos una ciudad grande».
Francisco Umbral.

«Madrid, deshabitado como mi colchón el verano en que me hice mayor, y ella que ya no llama».
Ismael Serrano.

«Adiós Madrid. Vuelvo a vivir. Dura raíz, siento al partir que algo de mí se queda aquí ya para siempre: la ardiente ilusión de quererte, ser fuerte y dejarte, sin dejar de amarte».
Alfredo Zitarrosa.

«Ay, qué Madrid este, todo apariencia. Dice un caballero que yo conozco, que esto es un Carnaval de todos los días, en que los pobres se visten de ricos. Y aquí, salvo media docena, todos son pobres. Facha, señora, y nada más que facha. Esta gente no entiende de comodidades dentro de casa. Viven en la calle, y por vestirse bien y poder ir al teatro, hay familia que se mantiene todo el año con tortillas de patatas... Conozco señoras de empleados que están cesantes la mitad del año, y da gusto verlas tan guapetonas. Parecen duquesas, y los niños principitos. ¿Cómo es eso? Yo no lo sé. Dice un caballero que yo conozco, que de esos misterios está lleno Madrid. Muchas no comen para poder vestirse; pero algunas se las arreglan de otro modo... ».
Benito Pérez Galdós.

«...en ella se ha verificado casi siempre el desenlace de todos los sangrientos dramas que forman el tejido de nuestra historia contemporánea, y de este punto fatídico, providencial, centro de todas las carreteras del reino, han partido también los correos, los telegramas, las órdenes terminales para todos los cambios políticos del país».
Ramón de Mesonero Romanos. 

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Foto (fuente de cienlibrosvolando)

DOÑA ADRIANA.

Hoy vamos a recordar la historia de una señora cuyo recuerdo debemos a Mario Parajón de su libro “Cinco Escritores y su Madrid”, pues sin dicho relato me temo que la historia de Doña Adriana hubiera caído en el olvido.
En dicho libro nos describe retazos de la vida y de la mirada de cinco escritores de la talla de Galdós, Azorín, Baroja, Rubén Darío y Ramón Gómez de la Serna. Este último, nos describe como en la Plaza de la Paja vivía una señora viuda, la cual no tenía el más mínimo miramiento en contar a quien quisiera escucharlo de las desventuras que su marido la había hecho padecer en vida.
Al parecer, el marido era un hombre bastante aburrido, más preocupado por pasar horas en las fondas y cantinas que por hacer vida marital. El tiempo que el señor pasaba en su casa, lo dedicaba a realizar maquetas de barco que fabricaba el mismo, en vez de preocuparse por los gustos y cuidados que su mujer hubiera deseado.
Doña Adriana por otra parte era muy aficionada a la poesía y si bien su marido la había enamorado de joven aprendiendo de memoria algún verso, una vez casados perdió el interés y no volvió a recitar aquellos preciosos versos, ni a repetirlos con el fin de aprenderlo y poder recitarlos de memoria.
Pero como os comentaba cuando Ramón Gómez de la Serna cuenta este relato, Doña Adriana ya estaba viuda, por lo que lo más jugoso de la historia está aún por llegar.
La viuda de vivaraz lengua y alma poética, lejos de desconsolarse y pasar el resto de sus días sin mayor divertimento, decidió dar vía libre a su afición, y que quiso inculcar aquella costumbre en los niños del vecindario, por lo que era habitual que en su casa hubiera niños a los que hacía recitar versos y más versos con el fin de aprenderlos y que el virus de la cultura se inoculara en sus mentecitas. Tal fue el éxito de Doña Adriana que llegó a organizar una escuela de arte dramático en su casa, a la que nunca faltaban gran cantidad de chiquillos deseosos de disfrutar de las mieles de la literatura.
Pero como estaréis imaginando algo tendría que hacer Doña Adriana para que aquellos chichillos mostraran tanto interés por la lectura, y es que Doña Adriana tenía establecido todo un sistema de pago y diversión para aquellos que lo realizaran correctamente, por lo que les daba un céntimo si eran capaces de recitar un verso de memoria y en el caso de que alguno fuera capaz de aprender una poesía entera le permitía subir a una silla para asomarse por la ventana y arrojar un vaso de agua al primer transeúnte que por debajo pasara.
Aquello divertía enormemente a los chiquillos y enfurecía de igual manera a los transeúntes, por lo que como es lógico el método, aunque efectivo, no llego a perdurar demasiado y los vecinos se empeñaron en conseguir que Doña Adriana cerrara sus puertas a la cultura y tuvo que dejar su casa por sus inusuales métodos de motivación que había empleado.

Y hasta aquí este guiño a Doña Adriana, una historia que si bien no tenemos una total certeza de que fuera real, no negaréis que sí que tiene muchísimo encanto.
Dibujo de José Luis Pellicer en el que muestra la Plazuela de la Paja en 1872.
(Fuente wikiwand)

CAVA BAJA Carreta Cerveza.

La cava baja, desde que su muralla perdió su función, lleva siendo uno de los lugares de reunión y comercio más frecuentados de Madrid. Hoy es uno de los lugares más visitados por madrileños y visitantes para tomar algo casi a cualquier hora del día, y degustar por sus innumerables restaurantes y tabernas de lo mejorcito de la gastronomía madrileña. Algunos dirán que ya no es lo que era, que está perdiendo esencia y todas esas cosas que se dicen casi de cualquier rincón del centro de Madrid, pero como siempre decimos, al final las ciudades cambian con sus habitantes, y si las distintas zonas van cambiando es sin duda por los hábitos y costumbres de quien las usan.
Seas de la vieja escuela, o prefieras lo concurrido de la nueva transformación, aquí tienes esta ventana en el tiempo, que como suele pasar en muchos de los casos, mantiene la esencia del antes y del después.
Fotografía antigua: Seguramente de los años 40-50 Autor desconocido. Si alguien lo conociera ruego me lo indique. 
Fotografía moderna: 2018 Sergio Moreno.

EL QUIJOTE II

Mucha gente desconoce que la mayor obra literaria de nuestra lengua, tuvo no una, sino dos segundas partes. La primera de ellas escrita por un autor anónimo, bajo el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda, se publicó en Tarragona en 1614. No se sabe ciertamente quien fue su autor, pero sí se sabe que no debía de tener mucho cariño a nuestro célebre autor, ya que en el prólogo de la misma obra, lo deja bastante mal parado tachándolo de viejo decrépito y de otras lindezas.
A su publicación el propio Cervantes ya tenía muy avanzada su segunda parte y debido a su publicación, la cual no le sentó demasiado bien que digamos, y a su estado de salud que era algo complicado (murió sólo un año después a los 68 de edad), acució el terminar la publicación de su segunda parte, para de alguna forma, arruinar las esperanzas de éxito que su imitador hubiera esperado obtener.
Es más que probable que esta segunda parte fuera escrita íntegramente en Madrid dado que sabemos que en 1608 Cervantes se traslada de Valladolid a la casa donde murió en la Calle León esquina calle Francos, y el propio Cervantes y su mujer desearon ser enterrados en el convento de las Trinitarias, (donde hace poco se han encontrado por fin sus restos, o al menos eso parece) y donde una de sus hijas estaba ingresada como monja.
El 30 de Marzo de 1615 recibió de parte de la corona la autorización para poder imprimirla y ese mismo año, utilizando los talleres de imprenta de Juan de la Cuesta (mismo impresor que había utilizado para imprimir la primera parte diez años antes) se publicó la segunda parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
En el número 7 de la calle San Eugenio de Madrid, en el edificio donde estaba situada la imprenta donde se editó, quedó para nuestro recuerdo una placa conmemorativa de dicho evento.

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Iglesia de San José.

Constantemente, uno tiene que andar escuchando lo mucho que está cambiando la ciudad... lo bonita que era antes y lo atroz que es ahora... Lo que la han malogrado todos y cada uno de los alcaldes y ediles que hemos tenido etc... etc... etc...
Pero la verdad, qué queréis que os diga, siempre he tenido la sospecha de que si la ciudad cambia, lo hace en gran medida en función de cómo cambiamos nosotros, nos podemos empeñar y protestar por lo bonitos que eran los cines de la Gran Vía y la esencia que ha perdido la misma, pero lo verdaderamente cierto, es que si aquellos cines cerraron y las nuevas megatiendas abren en su lugar, es por lo poco que asistíamos a los primeros y como acudimos en masa a abarrotar a las segundas. Lo cierto es que se nos llena la boca sobre cómo deberían de protegerse los negocios centenarios, y la pena que nos da que se cierren, pero si luego preguntas, la inmensa mayoría de los que tanto lloran poco o nada acuden a consumir o comprar en ellos.
Con esto, no quiero dar lecciones de nada a nadie, pues no me considero ni mucho menos con potestad para ello, pero hagamos una reflexión, ¿cambia Madrid o cambiamos los madrileños?
En definitiva, como ocurre en esta ventana en el tiempo, las ciudades y sus paisajes viven, cambian y se mantienen según nosotros mismo lo hacemos y cómo nuestro hábitos influyen en ella.
Echad un vistazo a la ventana y pensar si protestando y quejándonos tanto, realmente conseguimos algo... yo creo que más nos valdría no protestar tanto y actuar un poco más.
Fotografía antigua: Autor desconocido1954 (Fuente Cucho Alvarado)
Fotografía actual: Sergio Moreno 2017