El conde Duque de Olivares, que para
muchos es más famoso por las representaciones que de él realizó Velázquez que
por sus propias obras, realmente fue un hombre muy influyente en la corte de su
época, y aunque romano de nacimiento, desde sus 12 años, edad en la que fue
enviado a estudiar a Salamanca, se valió su peso e influencia a base de dinero
y posición en un Madrid que de debatía en peleas de influencers entre el duque
de Lerma y su hijo el duque de Uceda a quien apoyaba nuestro protagonista de
hoy.
Pero si bien el duque dio mucho que
hablar, hoy nos vamos a parar en una anécdota bastante poco conocida sobre el
duque.
Al parecer el bueno de Gaspar de
Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, que así se llamaba el bueno del
Conde, tenía un gallinero en el que almacenaba gran número de ellas, cada cual
más exótica y variada. Al parecer Gaspar se tiraba horas con ellas, dándoles de
comer, limpiando su espacio, recogiendo sus puestas y según dice alguna que
otra pluma afilada, incluso cacareando con ellas como si fuera su papá pollo.
Pero de todas ellas nuestro insigne
noble sentía predilección por una gallina de blanco plumaje a la que llamaba Doña
Ana. El duque sentía una gran predilección por ella, y raro era el amigo del Conde
que no hubiera conocido también a la blanca Ana, que dicho así queda muy poético
para referirse a semejante animal.
El caso, es que como decía el Conde sólo
tenía ojos para su Doña Ana, y tanto fue
así, que según comentan algunos escritos de la época cuando la buena ponedora
falleció, el Conde no pudo soportarlo y cayó en una depresión de considerable
importancia.
Tal fue su desdicha que ya nunca más
se encargó de aquél gallinero, ni quiso volver a tener nada que ver con él, por
lo que decidió regalar el terreno sobre el que este se levantaba al rey Felipe
IV, y al cuál accedió de buena gana aunque el regalo finalmente lo pagó el
pueblo de Madrid.
Pues bien,
sobre los terrenos que según cuenta esta historia el Conde Duque de Olivares
tenía su gallinero, es donde posteriormente se levantarían La casa de fieras Retiro, por lo que si es cierta esta historia, la cual parece bastante
probable según algunos escritos que se conservan, no cabe
duda de que el pueblo de Madrid le debe a la memoria de Doña Ana, tan
maravilloso emplazamiento. Lo que está claro en que nunca semejante pollo dio tan
buen caldo.
Detalle del Conde Duque de Olivares de Velázquez (Museo del Prado)
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