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CUESTA DE MOYANO.

Vamos a darnos un paseo hoy por la Cuesta de Moyano, bueno en realidad por la calle Claudio Moyano, que es su verdadero nombre aunque muchos lo conozcan.
La calle mantiene su nombre en memoria de este político, que aunque es bastante desconocido para el madrileño de a pie, le debemos la ley de instrucción pública del 17 de Julio de 1857, que trajo el desarrollo de la educación en nuestro país y sin cuya existencia nuestro progreso cultural, ya de por si mermado por la posterior guerra, se hubiera visto debilitado mucho más de lo que a día de hoy ha llegado a nuestros días. De alguna manera es tras esta ley cuando se “profesionaliza” la educación en nuestro país.
La popularidad de la Cuesta, data de principios del siglo XX cuando sobre cajones de madera, los libreros se situaban en este emplazamiento y sus inmediaciones, para ofrecer sus libros usados y toda clase de revistas de la época.
En 1925 un grupo de ellos solicitó al Ayuntamiento un enclave fijo en el que celebrar la feria del libro, a lo que éste accedió con la construcción de 30 casetas en la Cuesta de Moyano, fijando así el lugar predilecto paro los madrileños amantes del libro antiguo.
Estas casetas tenían la peculiaridad de que en ellas no se podía instalar ningún aparato, calefacción o iluminación ya que por miedo a que un accidente provocara una catástrofe se decidió limitar, y que la titularidad del puesto no podía ser subarrendada, por lo que aunque era una ventaja a estar en la intemperie vendiendo los libros, digamos que no era ninguna gozada que les permitiera continuar la tradición de estos garantes de nuestra cultura, que generación tras generación han mantenido viva.
En 2004 ocurrió un triste incendio que obligó a trasladarse las casetas de manera temporal hasta la verja del Jardín Botánico, pero se aprovechó este triste accidente para en Abril de 2007 reabrirse en su lugar original, ya con unas casetas más acomodadas (tampoco ningún lujo) pero con acceso a la luz eléctrica y con una calle ya peatonalizada. Esta nueva apertura se realizó bajo la supervisión de sus guardianes Claudio Moyano, Pio Baroja y Azorín que con sus monumentos allí instalados, presidían la entrada a la calle y mantenían de algún modo sus costumbres ya que en vida, era bastante común verles por el mercadillo de libros inicial.
Los actuales ocupantes continúan siendo libreros de toda la vida, o hijos y nietos de libreros, por lo que si tiene una pregunta sobre determinado libro o determinado dato histórico, no existe un mejor lugar en el que preguntar.
Desde esta entrada, les rendimos el homenaje que creemos que se merecen por traer a nuestros días, muchos de los secretos que aquí os contamos y una parte de la historia de nuestra ciudad que no debe perderse jamás.
Por último, hay una curiosidad respecto a la feria del libro, y es que en un inicio como os contaba se eligió la fecha del 7 de octubre para su celebración, ya que se pensaba que esta era la fecha de nacimiento de Cervantes, después en 1930 se decidió cambiar al 23 de abril, fecha de la muerte del autor, pero también se cometió otro ligero error de documentación ya que esta es la fecha de su entierro puesto que el genio de las letras había fallecido en realidad el día 22.


Fuente bauldeloslibrosasombrosos

Fuente Ediciones La Librería.

Fuente Madridsingular


TORRE DE LOS LUJANES.

La Torre de los Lujanes que se encuentra en la Plaza de la Villa, es posiblemente el edificio privado más antiguo de la ciudad de Madrid, sobretodo su torre que es de principios del siglo XV. En un inicio fue la residencia de Gonzalo García de Ocaña, contador Mayor del Reino, hasta que alrededor de 1450 Pedro Lujan que era camarero del Rey Juan II, se la compra por 181.000 maravedíes, una cantidad nada irrisoria para aquella época.
La casa es un poco más moderna y sirvió de abrigo a la familia Luján, una de las familias más poderosas del medievo madrileño, desde 1494 en que la construyó Juan de Lujan, hasta el fallecimiento de la condesa de Castroponce María de la Peña de Francia Casimira Luján en 1814.
Algunos historiadores mantienen que los Lujanes se vanagloriaban de la importancia de poseer su casa en este lugar, dado que la Plaza de la Villa era en la época el sitio donde se instalaba el Mercado (epicentro social del pueblo de Madrid en la época) y estaba muy próximo al templo (lugar de reunión del Concejo madrileño). Por lo que desde su torre se podía controlar tanto los rumores del pueblo, como las tramas de los poderosos de la ciudad. 
A principio del siglo XIX se eligió esta torre para ubicar la estación del telégrafo óptico de la línea Madrid-Aranjuez debido a que era sin duda una de las torres más altas de la ciudad o al menos de las más altas de su entorno. Desde 1858 se convirtió en sede de varias sociedades y entidades, como la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas o la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
Pero la que posiblemente sea la historia que ha mantenido el edificio en pie hasta nuestros días, es muy posiblemente un bulo que se ha ido manteniendo a lo largo de la historia, y es la leyenda que cuenta que el Rey Francisco I de Francia fue hecho prisionero en la batalla de Pavía. Carlos V que estaba débil de salud, ordenó que lo trajeran en Madrid ante su presencia, pero como el Alcázar no estaba aún terminado, ordenó que su “invitado” fuera recluido en la Torre de los Lujanes para ser llevado ante su presencia. La leyenda cuenta que Carlos V con la idea de hacer postrarse al rey de Francia en su presencia ordenó poner unos tablones en la parte alta de la torre, con la idea de que el rey Francisco que no era ningún pequeñajo tuviera por fuerza que inclinarse para salir por ella, dando al Rey Carlos V la imagen de que su pueblo viera al rey de Francia agachado ante su presencia en la plaza más concurrida de Madrid. EL caso es que el Rey de Francia que de tonto no tenía un pelo, se olió la jugada por lo que en vez de salir e frente y agachado, salió de espaldas, mostrando su culo al rey, jugada que convertiría el intento de humillación en burla para su emisor.
Lo que realmente ocurrió fue que Francisco I fue apresado en la batalla de Pavía y estuvo residiendo bajo “libertad” vigilada en la Torre de los Lujanes. El Rey de España se encontraba en Toledo y se negó a recibirle hasta que este no aceptara las condiciones de paz entre ambos monarcas, enemistad que ya venía de largo. Francisco I no estaba muy por la labor ya que las condiciones impuestas no le parecían razonables, pero al caer enfermo, el rey Carlos V decidió ceder y visitarle antes de que aceptara sus condiciones, no fuera a morirse bajo su cautiverio y en vez de conseguir la paz se enrevesada todo mucho más. 
La primera entrevista se produjo en el Alcázar el 28 de septiembre de 1525, momento en el que el Francisco I le espetó ¿Venís a ver si la muerte de vuestro enemigo os librará de vuestro prisionero? A lo que Carlos V contestó: No sois mi prisionero sino mi amigo y mi único deseo es daros la libertad y lo que podáis esperar de mí. Cosa que, aunque un poco forzada, originó que se destensaran las rivalidades entre ambos monarcas y que el 14 de enero de 1526 se firmara el primer tratado de Madrid.




Torre de los Lujanes a finales del siglo XIX.


Torre de los Lujanes antes de su rehabilitación en 1910.

Entrada a la Torre de los Lujanes desde la calle del Codo.



LA PINGARRONA

Como muchos ya conocéis de vez en cuando me gusta hablaros del origen de algún nombre de calle o de algún personaje no demasiado conocido, pero que haya conseguido dejar su impronta en el pasar de los tiempos, pues bien hoy vamos a mezclar un poco de cada, hoy vamos a hablar de la Calle de Soler y González, que se refiere a José Soler y Francisco González quienes al parecer eran en la época en que se puso este nombre, los dueños de todas las edificaciones que componían la calle. Pero por desgracia este hecho no es demasiado risueño como para merecer vuestro rato de lectura, por lo que vamos a irnos a su anterior nombre que tienen mucho más peso y enjundia.
Esta calle anteriormente se llamaba la calle de la Pingarrona, y es aquí donde entra nuestra estrella del día toma protagonismo.
La tal Pingarrona que respondía desde su nacimiento al nombre de Juana, era una mujer grande, deslenguada, chabacana,barriobajera y muy fornida, la cual fumaba como un carretero y que según decían, no tenía el más mínimo problema en ajustar sus cuitas a tortazos con quien fuera menester, ya se tratara de hombre, mujer o alguacil.  
Al parecer, poseía un ventorrillo por aquellos lares, el cual según quien lo cuente era un lugar de parada, fonda y descanso o bien un burdel que regentaba la gran Juana con celo y a cara de perro.
Fuera cual fuese el motivo por el que su casa le permitiera el sustento, la Pingarrona era muy conocida tanto por su dureza en el sustento de su negocio como por su afable labor de ayuda a sus vecinos, así como por la  devoción por cualquier festejo que se diera en la villa. Sobre todo era muy dada al baile, lo cual extrañaba enormemente a los participantes que se sorprendían al ver moverse con tanto desparpajo a una mujer de semejante tamaño. Tal era su intervención que también se la conocía como Juana la Maya, por su participación en las fiestas de la Cruz de Mayo y era raro que hubiera un baile que al primer acorde no se enluciera de su figura y contoneo.
El nombre de la Pingarrona no está del todo claro de donde proviene, ya que según unas versiones tiene como origen en un impresionante baile que protagonizó por los festejos de la Primavera, y por otra, que es para mí la versión más plausible, proviene de que en su ventorrillo se alojaba un miembro de la familia getafense Pingarrón, con el que al parecer tuvo algo más que palabras y manotazos, ya me vais entendiendo…
El caso es que, aunque su recuerdo está un tanto enturbiado por diferentes versiones y leyendas estaréis conmigo que fuera como fuese era una mujer de armas tomar. Por último esta calle sería hoy en día lo que conocemos por la calle Juanelo (que debe su nombre al arquitecto Juanelo Turriano) y a la calle de la Cabeza de la que ya os hablé tiempo atrás y que por si alguno quiere refrescar la memoria aquí le dejo su enlace.

Imagen fuente de Lavapies.com

CUADRIGAS BBVA.

Si hay un edificio que desde que era niño siempre me ha embriagado es el edificio sede del Banco Bilbao Vizcaya de la calle Alcalá.
Desde niño me impresionaba quedarme parado en la acera de enfrente mirando sus imponentes cuadrigas llenas de poderío y fortaleza. Cuando era niño me imaginaba subido en uno de sus carruajes manejando esos imponentes caballos que mantienen a toda una ciudad bajo sus cascos.
Supongo que parte de lo que yo sentía cuando era pequeño era la intención de Higinio Basterra cuando los creó para la inauguración de dicho edificio el 5 de Marzo de 1923.
Como se puede ver en estas fotografías los soldados que dirigen las cuadrigas, están más elevados de su posición natural, recurso que utilizó su autor para que el peatón pudiera contemplarlos desde el suelo por completo y para ofrecer una imagen aún más potente del que hubieran tenido de mantenerla en su posición normal.  
En un principio cuando se crearon la escultura estaba realizada en bronce con paño de oro, cosa que he de decir que cuando lo descubrí me obsesionó para buscar fotografías o representaciones que me las hicieran ver en todo su esplendor, ya que si son preciosas en su actual negrura, a la que se vio sometida durante la Guerra Incivil para que no fuera punto de referencia para los aviones en sus bombardeos, verlas doradas tendría que ser todo un espectáculo, al que si me permiten mi opinión, creo que deberían regresar.
Por desgracia el que en aquella época no existiera aún la fotografía en color, no nos ha permitido poder mantener ninguna imagen de su anterior estado (solo he podido ver una ve una representación pictórica en su color dorado), por lo que os dejo estas dos maravillosas fotos, que aunque no nos dejan disfrutar de su fulgor áureo bien es cierto que nos permiten disfrutarlas y hacernos una idea de lo que fueron en su día.
Quién sabe, igual esta entrada llegue algún día a algún representante del BBVA que decide restaurarlas para que podamos recuperarlas como siempre debieron estas. Ojalá, creo que sería un espectáculo del que toda la ciudad se haría eco.   

Fotografías CSIC datadas el 2-09-1934. 
Autor desconocido si alguien lo conociera rogaría me lo indicara.
(Fuente Steve Rogers que fue quien amablemente me las mostró por primera vez)

RONDA DEL PECADO MORTAL.

Corría 1733 cuando en Madrid una noche comenzó a aparecer un sonido poco común por sus calles al caer de la noche.
De repente y sin saber a cuento de qué empezaron a recorrer sus calles la queja mañanera sobre unas campanas y una letanía que impedía conciliar el sueño a sus habitantes.
Al parecer, unos encapuchados a los que precedía uno portando una campanilla y un farol para aumentar su tétrico aspecto, recorrían las calles de Madrid repitiendo sin cesar rezos y letanías así como frases que incitaban a los habitantes de la noche a reconducir su conducta, inducida en gran parte por el anonimato  de la noche.
Madrid, una ciudad que siempre ha sido dada al dispendio y por qué no decirlo a la lujuria nocturna, no estaba falta de prostitutas, rateros y amantes de los delirios del vino, quienes componían sus víctimas predilectas a las que buscaban y perseguían con la intención de que su aspecto fantasmagórico y su constante comportamiento les hiciera rehuir de sus quehaceres y se fueran a casa a recapacitar sobre su conducta o bien en el caso de las mancebas, les acompañaran al convento se María Magdalena de la Penitencia, en lo que es hoy el edificio de la UGT en la calle Hortaleza nº 88, para poder exculpar correctamente los pecados de su carne y espíritu.
Dicha compaña recibía el nombre oficial de “Santa y Real Hermandad de María Santísima de la Esperanza y Santo Celo en la Salvación de las Almas”, pero ya fuera por quedarse sin caracteres para el twitter o por lo enrevesado del título, el caso es que era conocido por todos como la “Ronda del Pecado Mortal”, que quieras que no es mucho más corto y tiene un impacto publicitario mucho más efectivo.
El caso es que, como os decía, los madrileños tenían que sufrir cada media noche sus campanas y letanías, a las que supongo que se añadiría también alguna que otra pelea de sus víctimas, que tampoco creo yo que todas las prostitutas se quedaran quietas y tranquilas al espantarles la clientela.
La Ronda continuó su labor durante más de un siglo hasta que en 1842 comenzaron a instalarse las primeras lámparas de gas. Las calles comenzaron a tener una iluminación mayor, con lo que su aspecto ya no quedaba tan tétrico y eso unido a que todo Madrid conocía ya quienes eran, perdía mucha efectividad al mensaje.  
Como colofón y para apelar a la rectitud de vuestras almas os dejo una de sus letanías la cual ha llegado hasta nuestros días:
Alma que estás en pecado 
si esta noche te murieras 
piensa bien a dónde fueras
Para los cuerpos que pecan en tactos 
y viles gustos hay los eternos disgustos
Mujer mundana,
 si tienes los pies en la sepultura,
 ¿qué pretende tu locura?
Esa culpa que cometes mira atenta 
y considera que podrá ser la postrera.
De este sueño en que te tiene tu viciosa vida,
 advierte no te despierte la muerte
Aunque tu culpa confieses,
 si no dejas la ocasión
 cierta es ya tu condenación
Vamos la alegría de la huerta…
Convento de las "Recogidas" o de Maria Magdalena de la Penitencia.


PEPA LA NARANJERA

PEPA LA NARANJERA.

Los que ya me venís conociendo desde hace algún tiempo, sabéis que tengo cierta predilección por aquellos personajes poco ilustres pero que dejaron su impronta, por uno u otro motivo, en la Villa de Madrid, en especial por el sexo femenino, que por desgracia, tan usualmente se ha querido borrar de importancia de nuestra historia.
Pues bien, hoy os voy a hablar de una mujer, un tanto desconocida, pero cuyas arengas o facultades para ganarse la atención de otros, llevó a mal puerto a un importante personaje de nuestra ciudad. Esta no es otra que Pepa la Naranjera.
Pues bien, Pepa, que como los más sagaces habrán supuesto, se ganaba la vida vendiendo naranjas en un puesto por el ahora barrio de las Letras, aunque ella parece ser que residía, o al menos frecuentaba por el barrio de Lavapiés.
Allí era bastante conocida, debido a su exuberancia e imponente figura, la cual parece ser que era motivo de turbación para más de uno y más de dos, de distintos rangos sociales y niveles económicos. Dicen las malas lenguas que Pepa tampoco le hacía demasiados ascos al aprovecharse de aquella ocasión, pero que lejos de ser una vulgar mujerzuela que vendiera su cuerpo por lo que le dieran, aprovechaba muy bien las ocasiones para hacerlo, eligiendo inteligentemente a quién quisiera cortejarla. Se dice incluso que varios personajes de la nobleza suspiraban por sus desvelos y la paseaban por Madrid como una reina, condición para la que la buena de Pepa, distaba mucho de estar preparada.
Al parecer, aunque Condes y Marqueses se acercaban a su puesto para intentar comer de su fruta, la buena de Pepa bebía los vientos por un personaje muy popular en la época, y que no es otro que el bandolero Luis Candelas. No se sabe muy bien, hasta donde llegó su relación, pero bien es cierto que ésta existió, o que al menos la naranjera la buscaba con interés, existen incluso algún episodio en el que se relaciona a la frutera con la escapada del bandolero de la cárcel de la Villa, pero como gran parte de lo que hasta hoy nos ha llegado de ambos personajes, no sabemos dónde acaba la historia y donde su leyenda.  
Pero bueno, si hay algo por lo que la Naranjera ha llegado a nuestra historia, no es por su belleza o por sus amoríos, Pepa tuvo un importante papel en una convulsa y decisiva etapa de nuestra ciudad, y es que según ha llegado hasta nuestros días, en los primeros días de diciembre de 1808 los madrileños viendo la que se les venía encima, comenzaban a reunir armas, víveres y municiones para combatir al enemigo Francés que se disponía a entrar en la ciudad, por ello era habitual el contrabando de armas y que algún que otro listillo decidiera hacer el agosto con aquel pánico creado.
Uno de estos “listillos” fue el  Marque de Perales, que más preocupado por sus pertenencias que por lo que pudiera ocurrir si el ejército Francés entraba en Madrid, decidió vender a los humildes defensores supuestos barriles de pólvora que en verdad estaban llenos de arena. Esto, lógicamente, enfureció a gran parte de la población y entre ellos a nuestra protagonista del día, que lejos de quedarse quieta, comenzó a arengar a sus amigos en la plazuela de Antón Martín, calentando cada vez más a las masas contra el Marques.
Finalmente bajo el grito de “A por el Marques” las masas se encaminaron hacia la Calle Magdalena donde este tenía su residencia, lo matan allí mismo y arrastran su cadáver por la calle para que todo el mundo sepa cómo se las gasta la naranjera y lo que le ocurrirá a todo aquel que intente engañar a los madrileños.
También se dice, se cuenta o se rumorea que en verdad el Marques había sido amante de Pepa y que no había tenido nada que ver con el capítulo de la pólvora, solo que Pepa dolida por el desplante del guapo Marqués que era propietario de una fábrica de pólvora en Embajadores, le vino como anillo al dedo la historia para hacerle pagar al galán el haberla dejado compuesta y sin novio, pero bueno allá cada uno que decida qué historia puede ser real y cuál no.
No se sabe muy bien como terminó la vida de Pepa,  o si tuvo más relevancia en la defensa de la ciudad, pero aunque sólo sea por aquel momento, aquí le dejamos este pequeño homenaje a su memoria, no está mal creo yo para una humilde frutera.



Palacio Marques de Perales en la calle Magdalena nº 10
Fotografía propia.



FRASES Y REFRANES DE MADRID (Parte 13)

Eso está hecho al aliguí. Con esta expresión uno quiere decir que un trabajo es chapucero o que esté pendiente de un hilo para que se caiga o rompa.
El origen proviene de la tradición que existía en los carnavales en Madrid de un juego por el cual se ponía un higo colgando de un cordelito al final de un palo. El niño tenía que intentar atraparlo con la boca mientras el resto de niños cantaban “Al higuí, Al higuí, con la mano no, con la boca sí”.
Pasar por el estaño o acercarse al estaño. Aunque es una expresión que ya ha caído en desuso, lo cierto, es que fue muy popular en su tiempo, aunque no le hacía mucha gracia al que le tocara pasar por el estaño, pues quería decir que a era él a quién tocaba pagar la cuenta. Esta expresión se debía a que la mayoría de las tabernas madrileñas tenían un mostrador de madera el cual en su parte superior se tapaba su con una plancha de estaño, por lo que el que pasaba por el estaño era el que se acercaba a la barra a pagar la cuenta de lo ya consumido.
Ir de trapillo. La expresión quiere decir que uno no se ha vestido con sus mejores galas o que ha descuidado su indumentaria. Al parecer el 25 de abril se celebraba la romería de San Marcos, la cual era secundada por el pueblo más llano, por lo que era habitual que la procesión se llenara de mendigos y de harapientos llenos de trapos, por lo que la gente más pudiente se ponía sus peores galas para no desentonar del resto de los participantes, por lo que se popularizó la expresión ir de trapillo.
Buscarle tres pies al gato. La expresión original era buscarle cinco pies al gato, como se indica en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), pero al parecer Cervantes quiso darle una vuelta de tuerca más y decidió que en su obra más universal, Don Quijote expresara por primera vez la expresión “…y no ande buscando tres pies al gato. Vos sois el gato y el rato y el bellaco…”  


Mostrador de la taberna Eugenio Humanes que se encontraba en la calle Embajadores nº 80.

FRASES Y REFRANES DE MADRID (Parte 12)

Dormir bajo el Ángel. Esta frase se ha utilizado siempre para referirse a que alguien ha dormido esa noche en la cárcel, por lo que tampoco es una frase muy usada en determinados ambientes. El origen de la misma viene del siglo XVII cuando en Madrid, la cárcel,  era el Palacio de Santa Cruz, lo que hoy es el Ministerio de Asuntos Exteriores. Si nos fijamos en el edificio, aún hoy está coronado por un ángel en su parte central, el cual vigila y custodia quien entra y sale del edificio, de ahí que los ladrones y maleantes de la ciudad durmieran bajo el Ángel cuando eran arrestados.  

¡Vecinas! ¡Los de la luz! Esta expresión no es un refrán o algo similar, pero hoy sería tan impensable que me ha parecido oportuno incluirla.
Realmente esta expresión era es un grito, un grito que las vecinas de las corralas y los patios interiores, gritaban cada mes cuando por allí aparecía el cobrador del recibo de la luz. Como una especie de pacto no escrito, la primera vecina que era cazada por el cobrador, debía salir para avisar a sus vecinas que éste andaba por el edificio. Instantáneamente todas las vecinas enmudecían y hacían como que no había nadie en la casa, con el fin de que su recibo pasara de largo e intentar demorar un poco el costoso pago de las obligaciones que tan duro se hizo en determinadas épocas.

El perro del hortelano que ni come ni deja comer. Esta frase se usa para referirse a alguien que ni disfruta de una cosa ni deja que otros se beneficien de ella. La frase está muy bien traída pues los perros no son vegetarianos, por el que son un perfecto guardián de las cosechas del hortelano, ya que ni harán cuenta de ellas, ni permitirán que otros animales se las beneficien. Normalmente la frase se atribuye a Lope de Vega, ya que este escribió una soberbia obra en 1618 con este título, que a buen seguro la hizo mucho más conocida, pero lo cierto es que no es suya, ya que este la tomo de un relato corto mucho más antiguo de donde la sacó como título para su obra.

Meterse en camisas de once varas. Expresión que se usa para indicar que alguien se está cargando con problemas que no son suyos o que podía haber evitado.
La expresión viene de la Edad Media. Por aquel, entonces cuando un padre quería adoptar a un niño, cumplía una especie de rito por el que se simulaba una especie de segundo parto del chiquillo. Para ello se usaba una camisa muy grande, en la que el progenitor, con ella puesta, metía al chico dentro de la camisa y debía sacarlo por el cuello de la misma. Obviamente esa camisa debía ser excesivamente grande pues padre y niño debían entrar dentro de ella, y como exageración, se decía que la medida de la camisa era de once varas, cosa del todo imposible, pues estaríamos hablando de una camisa de más de 9 metros, que ya sea en cualquiera de sus medidas, parece una medida totalmente desproporcionada para el ritual.


Preciosa fotografía de Catalá Roca con las vecinas asomadas al patio de una corrala.

LOS REYES DESTERRADOS

La historia de hoy trata sobre las estatuas de los reyes que se pueden ver en dos hileras en la Plaza de Oriente. Bueno, de estas y de sus compañeras que se encuentran desperdigadas por los Jardines de Sabatini, el Retiro, el Museo del Ejército e incluso alguna desperdigada por Toledo, Burgos, Logroño e incluso Vitoria. En total son un centenar de estatuas de los soberanos Españoles.
Aunque normalmente se las conozca como las estatuas de los reyes Españoles, lo cierto es que tenemos reyes, emperadores romanos, soberanos del nuevo mundo como Moctezuma y Atahualpa la de algún rey godo que no se ha podido identificar e incluso la del propio Santiago Apóstol que soberano no fue, pero como patrón de España también tiene su presencia.
Pues bien, cuando uno mira estas estatuas tiene la impresión de no ser de muy buena calidad artística, ya que tienen un nivel de acabado bastante poco pulido. Esto a diferencia de lo que algunos han podido pensar al verlas, no se debe a las malas artes de sus escultores, se debe a que fueron creadas para verse desde lejos y por ello no necesitaban un nivel de detalle tan preciso como se esperaría de una estatua pensada para verse a pie de calle.
Las primeras esculturas fueron creadas por orden de Carlos III (algunas se han ido haciendo posteriormente) para decorar las repisas del Palacio Real, pero según cuenta la leyenda, cuando todas estaban terminadas, Isabel de Farnesio comenzó a tener terribles pesadillas en los que un terremoto hacía que se vinieran abajo matandola bajo una pila de mármol. Tal era el miedo que le producían estas pesadillas, que ordenó a su hijo que se dejaran de colocar en las repisas del Palacio.
Tal fue su insistencia, que el rey no tuvo más remedio que ceder ante los caprichos de su mamá, y por ello la mayoría de los reyes Españoles fueron desterrados de palacio de un solo plumazo, por lo que mucho habrán mandado los reyes españoles pero cuando se trata de una madre… no hay reinado que lo supere.
Esto es lo que cuenta la leyenda sobre las mismas, aunque muchos mantienen que no fue tal cual y que simplemente les dió miedo poner tanto peso en aquellas repisas y por eso se decidieron no subirlas. Lo que sí parece verificado es que el 8 de febrero de 1760, Carlos III firmó el decreto que las exiliaba a no ser instaladas en su ubicación primaria, por lo que fuera de un modo o de otro, los reyes quedaron desterrados de Palacio por los restos.
Espero que la próxima vez que paséis por delante de ellas las acompañéis en su frío destierro, nunca tantos reyes se resignaron a vivir acampados a los pies de tan magnífica residencia.
Por último, os propongo un juego para los que queráis participar. Aunque la mayoría de ellas son estatuas masculinas, bien es cierto que seis de todas las que podemos ver en Madrid corresponden a mujeres. Si os apetece os propongo que intentéis encontrarlas (para los que no puedan o quieran, al final de este post, tras la fotografía, os dejaré la solución de donde se encuentran) la lista de las homenajeadas es:
- Bárbara de Braganza.
- María Luisa de Saboya.
- Isabel I de Castilla.
- Sancha I de León.
- Doña Urraca
- Doña Berenguela
Mucha suerte a todos en vuestra búsqueda.

Plaza de Oriente fotografía de E.K. Tenison 1852

Solución al juego:
Bárbara de Braganza y María Luisa de Saboya en la fachada sur del Palacio Real.
Isabel I de Castilla en los jardines de Sabatini.
Sancha I de León en una de las hileras de la Plaza de Oriente.
Doña Urraca y Doña Berenguela en el Parque del Retiro

LA CABARRUS.

Normalmente los protagonistas de nuestra historia suelen ser hombres en su mayoría, pues nos guste o no, el poder de nuestro país, y por ende de nuestra ciudad, ha estado siempre en posesión masculina. Pero hoy la protagonista de nuestra historia es una mujer de armas tomar, una mujer que aprovechó todas sus oportunidades y su momento, para montar o al menos influir, en una de las revoluciones más grandes de la historia. Hoy vamos a pasear de la mano de Teresa Cabarrús.
La cabarrús, como se la conoce en su Carabanchel natal, nació un 31 de julio de 1773, fruto del amor de un francés y de una española. Vivió en Carabanchel de Arriba hasta los 12 años, momento en el que su padre decidió que en París podría recibir mejor formación, que la que estaba llevando por los conventos madrileños, por lo que allí que se llevó a que la niña para que se hiciera toda una mujercita.
Teresa, que además de lista era guapa a rabiar, ambas cosas que ya despuntaban desde antes de salir de Madrid, pronto empezó a tener visitas de pretendientes de las más influyentes esferas de la capital gala y tres años después, se casaba con Jacobo Devin el Marques de Fonteany, de quién se divorciaría poco después, provocando que Teresa saliera de Paris poniendo tierra de por medio.
Teresa se instaló en Burdeos en donde tenía familia por parte de padre, y allí conoció a Jean Lambert Tallien con quién inició su segunda relación.  
Teresa por aquel entonces pasó a ser conocida como Mademe Tallien adoptando el apellido de su amado y ayudando a éste en sus quehaceres como Comisionado de la Convención Nacional.
Ella a la vez que le tramitaba el trabajo administrativo, se encargaba de convencerle para que facilitara documentación y ayuda a los revolucionarios, que comenzaban a elevar la voz contra Robespierre, lo cual le comenzó a valer el sobrenombre de "La señora del Socorro" entre sus conciudadanos.
Esto llegó a los oídos de Robespierre quien mando llamar a su presencia al buen de Jean Lambert, para darle las debidas explicaciones de su laxa mano contra sus enemigos.
Teresa acompañó a su marido de incógnito y sin que este lo supiera, en su regreso a la capital gala, pero fue detenida y arrestada, lo cual hizo pensar a Teresa, dada la costumbre de entonces de ajusticiar primero y preguntar después, que sería el fin de sus días, por lo que escribió una carta a su marido, poco más que despidiéndose de él.
Su marido, en una parte enojado por la detención de su mujer, y en otra, asustado por el que esta fuera guillotinada, aprovechó el descontento que existía contra Robespierre para acusar a este, públicamente y a la cara, de ser el culpable de todos los males del País. El gobernante, que como todos, no era muy dado a aceptar las críticas con sosiego, montó en cólera contra él y todo esto, junto con otros incidentes relevantes que no tienen vinculación con Teresa, terminó desencadenando en el llamado “Golpe de Thermidor” que al final daría con Robespierre y todos sus seguidores bajo el acero de la guillotina, en aquella cosilla que se denominó La Revolución Francesa.
Los amantes consiguieron escapar de Paris y regresar a Burdeos donde se casaron y formaron familia, pero por desgracia, Teresa no parecía demasiado afortunada en cuanto a la vida en pareja y de nuevo se divorció de su marido. Dando con ello por terminada su faceta revolucionaria.
Por tercera y última vez, Teresa se casó con el Conde de Caraman junto al que vivió hasta el 15 de enero de 1835 en que la alcanzó la muerte en Chimay (Belgica) de donde su marido era príncipe.
Y hasta aquí nuestro recuerdo a la Cabarrús,  una mujer que forjó su futuro en todo momento y que lejos de amilanarse por los tiempos que había tocado vivir, se cogió el mundo por montera y participó en él.

Presunto retrato de Teresa Cabarrús.

-ATENTADO ALFONSO XII-

A veces resulta burlesco lo voluble que se vuelve la historia y como algunos hechos se vinculan a lo largo de la historia sin demasiado sentido provocando extrañas coincidencias.
Este es el caso del intento de atentado de Alfonso XII el 25 de octubre de 1878, en el que el a punto estuvo de morir a menos de doscientos metros de donde su hijo, 28 años después también fue víctima de otro atentado que de nuevo también resultó fallido, al sufrir una ataque con una bomba Orsini envuelta en un ramo de flores, que fue lanzada desde lo alto del edificio de la Calle Mayor 88 al paso de la carroza real el día de su boda.
Pero vamos al atentado que hoy nos compete, al de Alfonso XII, el cuál pese ser fallido y no generar heridos alguno, tuvo realmente una bajísima repercusión en los diarios de la época, es más el juicio sumarísimo y la condena a garrote vil que sufrió su protagonista, apenas tuvieron repercusión en los medios escritos de entonces. Pero vamos por partes que nos estamos adelantando.
El atentado ocurrió casi en la esquina en la Calle Mayor, cuando el monarca de regreso de un viaje se dirigía a caballo de camino al Palacio Real acompañando a las tropas que venían de unas maniobras, aprovechando el refugio del gentío que se agolpaba para recibir al monarca por las calles de Madrid, un joven obrero catalán de 23 años, tonelero para más señas y que respondía al nombre de Joan Oliva Moncosí, le descerrajo dos tiros en el pecho a una distancia de apenas un par de metros de su víctima. Los disparos misteriosamente no llegaron a herir al monarca por lo que o bien el pobre de Joan no era demasiado ducho en el manejo de las armas, o bien los nervios de verse a punto de cometer semejante magnicidio hicieron que su pulso no mantuviera la firmeza que el acto requería.
El monarca fue conducido a palacio a toda marcha y el joven reducido en el instante y arrestado por la guardia del Rey, la cual le interrogó, y al declarar este que era de pensamiento republicano, originó la excusa perfecta para poder registrar e irrumpir en diferentes locales de dicho pensamiento, con la intención de recabar pruebas aunque más movido por un interés de registro que por encontrar datos sobre el Joan, que para que nos vamos a engañar ya estaba sentenciado desde el momento de realizar los dos disparos.
El joven al parecer, había llegado una semana antes a Madrid con la idea de terminar con la vida del rey fijada en su cabeza, y al parecer horas antes de su atentado, entró en un café a escribir las últimas líneas de su diario, en la que contaba los pormenores de su atentado y los motivos que le movían.
Finalmente y sin demasiada dilación, pasó a ser juzgado menos de un mes después (12 de Noviembre de ese mismo año) y el 4 de enero de 1879 ejecutado mediante pena de garrote en Chamberí, terminando con su vida de la manera más absurda posible.




MATA HARI

Hoy vamos a repasar un poco la historia de ésta mujer, que si bien no está ligada directamente a Madrid, sí que nos da una imagen de enredos y conspiraciones, que ya repasamos cuando hablamos sobre el café Embassy de Madrid y que en gran parte se manejaron en un Madrid que se mantenía “neutral” a una guerra que conmocionaba y manejaba el mundo entero. Seguro que os despierta alguna curiosidad sobre su personaje.
Margaretha Geertuida Zelle, que así se llamaba la Mata, nació en Holanda, más concretamente en Leeuwarden un 7 de agosto de 1876, su madre Antje Van der Meulen era procedente de la Isla de Java y aunque he visto algunos escritos que contaban que fue ella la que le dio su toque artístico en el baile, eso es algo poco probable, dado que esta falleció cuando la pobre Margaretha sólo tenía 6 años. 
Por ello se crió bajo los protectores, muy muy protectores brazos de su padre Adam Zelle, un sombrerero holandés, que intento cubrir la ausencia de una madre, dando a Margaretha todos los caprichos que esta tenía. Quizá por ello la niña desde muy pronto desarrolló una tendencia a la manipulación masculina, y sobre todo a los uniformes, por los que desde muy joven sintió cierta atracción. Con tan sólo dieciocho años, contesto a un anuncio de contactos en el que el oficial holandés Rudolf John McLeod buscaba esposa, y se casó con él tan solo un año después.
Pero la joven Margaretha no parecía llamada a vivir una vida de amada esposa tranquila y sosegada, y tan solo cuatro años después sufrió la muerte de su hijo envenenado, y como la relación con su marido se enturbiaba tristemente, estando la familia afincada en Java debido al destino de su marido. Cansada de los malos tratos y las borracheras de su marido, cuando la familia retornó a Europa, se largó a París, sin su hija pequeña, de quién perdió la custodia en un juicio, y aprovechando los rasgos exóticos heredados de su madre, así como su belleza, consiguió hacerse pasar por bailarina, imitando los bailes que había visto durante su residencia en Indonesia, para comenzar su carrera bajo el sobrenombre de Mata Hari, cuya traducción sería “Ojo del Amanecer”.
En París rápidamente se convirtió en una estrella y comenzó a visitar otros países en sus giras. Entre ellos estuvo en Madrid donde llegó en 1915 al Central-Kurssal y al teatro Alhambra entre otros,  y donde despertó los deseos de lo más granado de la nobleza madrileña. Era habitual verla en el Café Gijón y en los mejores locales madrileños a los que siempre acudía muy bien acompañada.
Este interés desmedido que desataba entre los hombres la llevo a mantener relaciones, más o menos intensas, con importantes mandos de ambos bandos, como eran el capitán alemán Von Kalle,  con quien mantuvo un sonado romance en el Palace de Madrid (aunque ella era más asidua del Ritz); con el cónsul alemán en Amsterdam Eugen Kraemer o con el oficial ruso Vadim Masslov quién se dice que fue el único amor verdadero de su vida.
El caso, es que es que esta situación de privilegio de poder moverse con soltura por las costuras de ambos bando la llevaron a convertirse en espía doble y fue el jefe del contraespionaje francés, el capitán Ladoux (supuestamente propuesta por su amor, el oficial ruso Masslov) quién, en la visita que ya hemos comentado en 1915, ya la había encargado personalmente, de hacer seguimiento al embajador alemán en Madrid, quién sin desmerecer para nada sus encantos femeninos, no terminó nunca de caer en sus redes ni de fiarse de ella al completo.
El caso es, que según se dice, la cupletista Raquel Meller la denunció, por lo que al regresar a París, fue detenida en París un 13 de febrero de 1917 y fusilada un 15 de octubre de 1917, tras un juicio que duró escasas horas y en el que no existían grandes pruebas de su culpabilidad, salvo el testimonio de algún amante despechado, algunas hipotesis en las que se basó el arresto y una carta enviada por Margaretha desde Madrid y que fue interceptada en la Torre Eifel, y en la que al parecer, se podía intuir su labor de espía en la sombra.  
El caso, es que pocas dudas quedan a día de hoy, de que realmente fuera culpable de espionaje y de que su paso por Madrid, no dejó a prácticamente nadie indiferente, aunque hoy nos parezca que quizá la pena y el juicio fue algo precipitado y desmedido. 

 Pelotón de fusilamiento que terminó con la vida de Mata Hari representado para el cine

Detalle de la ficha de detención de Mata Hari

Imagen de Mata Hari en todo su esplendor

PEDRO DE RÉPIDE.

Dudo que exista algún amante de la historia de Madrid que no haya oído hablar del protagonista de hoy, Don Pedro de Répide, pero para la mayoría, aunque son muchas las historias que hemos heredado de él, muy pocos conocen gran cosa de su figura.
Hoy vamos a dedicarle este humilde homenaje a uno de los grandes de nuestra historia, no por ser protagonista de ella, sino por ser uno de nuestros mejores contadores.
Pedro de Répide y Cornaro nació el 8 de febrero de 1882, de descendencia italiana por parte de madre, como a él mismo le gustaba recordar descendiente directo de la última reina de Chipre. Estudió Derecho, Filosofía y Letras en la Soborna donde también fue bibliotecario de una Isabel II que ya se encontraba allí en su destierro.
Además de poseer el título de Cronista de Madrid otorgado por el Ayuntamiento fue uno de los fundadores del diario “La Libertad” en donde fue poco a poco escribiendo una de sus principales obras “Las Calles de Madrid” que curiosamente estuvo escondida durante años entre las páginas del diario, hasta que un buen amigo suyo, el también ilustre madrileño Federico Romero, los recopiló en el grueso volumen que a día de hoy a casi ninguno nos falta en nuestra biblioteca.
Pero esta no fue la única obra del gran escritor y periodista, junto a ella destacan otros muchas publicaciones como sus poemas “Las Canciones”, sus primeras novelas “La enamorada indiscreta”, “”No hay fuerza como el amor”, “El agua en cestillo” e incluso otros libros y novelas sobre su amada Madrid como son “Del Rastro a Maravillas” “El Madrid de los abuelos”, “los cohetes de la verbena” o “los picaros de Amaniel” entre otros muchas publicaciones que fue acopiando desde los diecinueve años.
Durante la guerra civil se vio obligado a emigrar a las américas, pero su amor por Madrid no le permitió vivir demasiado tiempo alejado de nuestra ciudad por lo que regreso para fallecer al poco tiempo, el 16 de febrero de 1948.
Como fue descrito por una publicación de la época “Su figura, su chaqueta ajustada, su capa airosa, su paso resonante, parecen todavía vagar por alguno de los barrios madrileños, aquellos de los organillos y los bailes chulescos, de las tascas oscuras pintadas de rojo y puertas de cristal esmerilado, de taburetes y mesas embadurnadas de pintura roja y mostrador de cine, donde se alineaban las frascas de tintorro”.
Sirva este recuerdo, como homenaje a uno de los personajes a los que más curiosidades y recuerdos debemos. Descanse en paz.


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PRIMERA GUARDERÍA DE MADRID.

Cuando llega el verano y los niños pasan grandes cantidades de tiempo entre sus padres, es cuando estos realmente valoran la importancia de las guarderías, pero ¿se te ha ocurrido pensar cuál fue la primera guardería de Madrid y una de las primeras de toda España?
Pues bien, esta guardería se la debemos a la mujer de uno de los reyes menos valorados de nuestra historia, nos referimos a María Victoria dal Pozzo della Cisterna, mujer de Amadeo de Saboya, cuyo reinado no llegó a durar ni tres años, debido al poco interés que los madrileños en particular y los españoles en general, despertaban sobre su figura, más o menos implantada tras el derrocamiento de Isabel II.
La buena de Victoria, intentó desde un principio ganarse la simpatía de su pueblo pero estos no estaban por la labor y lejos de reconocerle sus esfuerzos, la emprendían con saña sobre su figura con motes como “La reina húmeda” como mofa a sus apellidos o el de “La Reina de las Lavanderas”.
Este segundo mote es el que nos trae a la historia de hoy y le vino pues en uno de sus paseos por la ciudad, observó a las lavanderas que en la orilla del Manzanares ejercían su profesión a la par de que, con mil ojos, miraban a sus hijos que correteaban entre las aguas salpicándolo todo y escondiéndose tras las telas tendidas al sol.
Victoria quedó fascinada por la dedicación de aquellas madres trabajadoras, que aunque deslenguadas y muy poco cultas (llegaron a tener la prohibición mediante el Real Decreto de 1790, de gritar mientras trabajaban, debido a los improperios que soltaban por sus boquitas) lo cierto, es que eran unas madres dedicadas y que se preocupaban por no poder dar a sus hijos, ni el cuidado, ni la vigilancia que debían o les hubiera gustado.
A la reina se le ocurrió la idea de fundar con fondos propios, la que sería la primera guardería infantil. En ella las lavanderas podían dejar a sus hijos por la mañana y recogerles al terminar la jornada para llevarlos a casa
Para ello, el 13 de Enero de 1872 junto a la Glorieta de San Vicente abría las puertas La casa del Príncipe, más conocido como El Asilo de Lavanderas. En él que con la ayuda de las Hijas de la Caridad, los 300 niños que tenían capacidad en él, además de estar en un lugar más seguro y sano, que la orilla del Manzanares, también comían diariamente un plato de comida caliente (un verdadero lujo para mucho de ellos) y recibían leves conceptos de educación básica. El asilo también tenía unas seis camas que la reina decidió instalar, para que si alguna lavandera tenía algún accidente laboral, pudiera reponerse acompañada allí por su hijo y que este no quedara durante esos días al amparo de la providencia.
Lamentablemente el asilo fue derribado durante la guerra Civil y aunque en 1946 se volvió a abrir otro para el mismo uso en la esquina del Paseo de Pontones con el Paseo Imperial, la poca existencia de Lavanderas en Madrid, transformó su uso en un asilo para hijos de mujeres trabajadoras, independientemente de su profesión, el cual mantuvo esta actividad hasta que a principio de los años setenta cerró definitivamente. 
En 1981 el ayuntamiento llegó a barajar la idea de reconstruir el antiguo Asilo de Lavanderas como homenaje a la figura de aquella tan poco reconocida reina, pero suponemos que finalmente la idea no cuajó y andará en algún cajón del consistorio, esperando que alguien la desempolve y saque a la luz.

Nueva Escuela Asilo de las Lavanderas 1945.
(Fuente el Pais)

Lavanderos entre el punte de Toledo y el Puente de Segovia.

Casa del Príncipe o Asilo de las Lavanderas 1934.
(Fuente Libertad Digital)

María Victoria y Amadeo de Saboya 

PEPE BOTELLA.

El 5 de julio de 1808 Napoleón, otorgó oficialmente el reino de España a su hermano José I Bonaparte, el cual tenía por aquel entonces cuarenta años.
Si lanzáramos hoy en día una pregunta sobre su persona, el 90% de los españoles, te responderían sin ninguna duda con su apodo “Pepe botella”.
Y es que éste es sólo un retazo que ha perdurado en el tiempo de todo lo que se dijo de él durante su reinado, bueno mejor dicho de todo lo que inventaros de él sus detractores. De él llegaron a decir:
Que era un enfermo sexual, que era tuerto, glotón, ludópata, violento y amante de lo ajeno, incluso en alguna publicación malintencionada se le tacha de patizambo y de tener un poco de joroba. 
Sin embargo el bueno de Pepe, no era nada de esto ni mucho menos. En verdad era un hombre bastante atlético y de buen ver, que tenía bastante fama con las mujeres, por lo que no es que fuera un enfermo sexual, sino que tenía un enorme éxito entre las mujeres de la época más allá del encanto y sex appeal que suele acompañar al poder. 
Era un hombre pacifista, nada dado a la violencia que de él se manifestaba. Bastante culto, amante de las letras y que intentó ganarse el cariño de los madrileños por todos los méritos, aunque esa era una batalla ya perdida de antemano. A pesar de ser profundamente antitaurino, reinstauró las corridas de toros que habían sido abolidas por Carlos IV, e incluso promulgó que estas fueran de bajo coste (e incluso alguna gratuita) para que su pueblo pudiera acceder a ellas.
A pesar de tener fama de ser bastante tontaina, la verdad es que era un hombre obsesionado con la cultura y el embellecimiento de Madrid, apoyó fuertes excavaciones arqueológicas e invirtió cantidades muy importantes de dinero en educación, en proyectos científicos y en hacer grandes obras para engalanar Madrid, como fue la construcción de la Plaza de Oriente, su mayor deseo urbanístico, la cuál ideó como el más precioso hall de entrada al Palacio Real, pero que también en este caso le sirvió como elemento de ataque a sus detractores, valiéndole el sobrenombre de Pepe plazuelas.
Pero desde luego, lo más chocante sobre su figura es su mote más conocido, “Pepe botella”, pues a pesar de que es lo más popular que ha llegado de él a nuestros días, lo más curioso es que era mentira, era un hombre prácticamente abstemio muy poco dado a las fiestas. Sí es cierto que organizaba grandes fiestas, pero no era por su tendencia a la bebida sino por ganarse el apoyo y defensa de las altas esferas madrileñas.
Seguramente el culpable de que su adicción haya llegado a nuestros días, es que fue él, en febrero de 1809, quien aprobó la liberalización de las bebidas espirituosas, lo que rápidamente se extendió por todo el pueblo de Madrid como un intento de poder beber lo que se le antojara sin problema alguno, ni tener que pagar impuestos, cuando en verdad como decíamos, el bueno de Pepe era muy poco tragón y prácticamente abstemio.
Es posible que si José Bonaparte hubiera gobernado en otra época y circunstancia, hubiera sido uno de nuestros reyes más honrados y queridos, pero que le vamos a hacer, el pobrecillo nació gabacho y en el peor tiempo para serlo en aquella España.