MADRID Y SUS MADRILEÑOS.

Ya llevamos hablado un poco sobre Madrid y sus diferentes costumbres pero en cambio le hemos dedicado poco a los madrileños, a los habitantes que han dado vida, color y dinamismo a esta ciudad, y es que, sin duda gracias a sus habitantes, Madrid se ha convertido en lo que es hoy en día.
Pero si hay un momento en que los madrileños toman su protagonismo y se hacen los principales protagonistas de la ciudad es en el siglo de la ilustración. En él surgen unos guetos o "tribus" bastante diferenciados y los cuales cada uno en su forma y manera, aportaban su granito de arena a forjar nuestra personalidad como actual pueblo. Alguno fueron la consecución o desenlace de un momento de nuestra historia, pero todos ellos han dejado huella en los madrileños de hoy en día. El orden que os marco es totalmente aleatorio y no guarda ningún orden cronológico ni de importancia 
Vamos a comenzar por los Chisperos, por aquello de que ya hablamos de ellos en La Casa de Tócame RoqueEstos chisperos eran muy trabajadores, deslenguados y algo propensos a la riña y al enfrentamiento. Sus casas se solían aglutinar en la zona de Barquillo y Hortaleza, que por aquel entonces era la zona norte de Madrid. Su nombre viene dado de que muchos de ellos trabajaban el metal en la forja y de las chispas de su profesión y su temperamento explosivo, les vino el nombre de chisperos.
Los segundos eran los Manolos los cuales se reunían principalmente en el barrio de Lavapiés. Son los antecesores de los chulapos y chulapas y su nombre viene originado de que en este barrio vivía la antigua judería de Madrid y estos tenían la costumbre de llamar Manuel a su primer hijo, de ahí que se les concediera el nombre de Manolos y Manolas, por la gran afluencia de este nombre en el barrio en el que habitaban. Sus oficios, eran principalmente artesanos como carpinteros, alfareros y comerciantes. Ellas en cambio eran más bien, floristas y cigarreras. De carácter menos trabajador que los Chisperos, en cambio sí que mantenían un cierto carácter explosivo con cierta tendencia a la riña, es más, algunos relatos mantenían que sus féminas acostumbraban a llevar una navaja en la liga, con la que hacer frente al más mínimo imprevisto que se presentase.
El tercero son los Petimetres, que eran los menos abundantes y que solían vestir y comportase con las modas de Paris, de hecho su nombre viene derivado de la expresión francesa Petit Maitre. Eran lo que hoy en día sería un metrosexual y estaban más tiempo pendientes de la moda del momento y de su aspecto actual que de cualquier otra cosa. No estaban para nada bien vistos entre los dos anteriores grupos mencionados.
Por último, no podían faltar los Majos y Majas. Su barrio de influencia sin ninguna duda era el Barrio de Maravillas, y al igual que los Petimetres, también eran muy cuidadosos de su aspecto, pero con un aire muy diferente de estos. Tanto hombre como mujeres solían llevar coleta, la cual encerraban en una redecilla, normalmente negra. Cuidaban tanto su aspecto que la alta sociedad madrileña terminó por imitar su aspecto cuidado y lleno de bordados. Al igual que los Manolos sus oficios eran básicamente artesanales y su chulería era más medida que la de estos, aunque era muchísimo más irónica y afilada.
Los majos aparecen por primera vez en el Diccionario de Autoridades (1734). En él aparecen definidos como “El hombre que afecta guapeza y valentía en sus acciones y palabras”
Espero que con estas pinceladas, os podáis hacer una idea de cómo era la población madrileña, igual reconocéis algunos de vuestros caracteres en su idiosincrasia, pues no cabe duda que gran parte de los tópicos que nos refieren, vienen dados de sus costumbres y modos de comportarse.

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Manola Madrileña 
(fuente todocolección,net)

Manolo madrileño. Lámina del Siglo XIX.

Cuadro representación de Manolita Malasaña con la típica vestimenta de las majas. 

Maja Madrileña 
(fuente todocoleccion.net)

Cuadro de Goya quién, sin ninguna duda, fue el mayor pintor de los Majos y Majas madrileños.


LA CALLE DEL TORO.

Esta pequeña callecilla, peatonal por fuerza ya que se inicia en unas escalerillas que salen de la Costanilla de San Andrés y la hacen terminar en la Plaza del Alamillo, guarda un gran encanto para el paseante que se la encuentra en su recorrido, no posee ningún encanto especial pero es de esas calles que se han mantenido en el tiempo dándonos una idea de lo que fue el Madrid de otra época.
Durante el tiempo se han mantenido dos leyendas sobre el porqué de su nombre, sin embargo creo que su verdadero significado es mucho menos romántico que el que las dos leyendas nos indica.
La primera de ellas cuenta que en un balcón de la calle se podían ver unas impresionantes astas de toro que habían sido colocadas tras una fastuosa lidia en las que el animal sufrió hasta ocho pares de banderillas y más de veinte varas. Según indicaba la leyenda los vecinos se encontraban atemorizados ya que todos los días a la misma hora en la que el toro había dado su último aliento,  éste bramaba helando la sangre de sus viandantes. Más tarde se averiguó que el dueño de las astas, había pagado a un chiquillo para que cada día hiciera sonar un cuerno con el fin de atemorizar a las gentes con el sonido lastimero del astado.
La segunda cuenta como Madrid era gobernada por el musulmán Aliatar el cual estaba enamorado de la morisca Zaida que vivía en este callejón. Éste con el fin de cortejarla preparó un festejo taurino en la cercana plaza del Alamillo. Sin embargo el toro salió más bravo de lo esperado y cada morisco que intentaba alancearlo salía maltrecho. Un joven cristiano de gran porte, solicitó a Aliatar que le permitiera intentarlo, este se lo permitió y el joven cristiano consiguió abatir al animal.
La joven Zaida cayo irremediablemente enamorada del valeroso cristiano quien al quitarse el casco dejó asombrado a los presentes pues no era otro que el mismísimo Cid Campeador.
El Cid se fue y cuenta la leyenda que Zaida colocó las asta del toro abatido por su amado en su fachada, y que cada vez que ella suspiraba por su amado, el toro bramaba exhibiendo a los vecinos la desesperación de su amor.
Sin embargo las pocas posibilidades de que le Cid estuviera en Madrid, hace que ésta leyenda parezca más un intento de engrandecer su leyenda que de una posibilidad, que si bien es verdad que como leyenda tiene mucho encanto es muy poco probable.
Personalmente creo que algún otro se debió de escapar de la plaza de la Paja, donde antiguamente se celebraban festejos taurinos, y que a su paso por esta calle, la imaginación popular decidió otorgar a la calle de estas leyendas que nos han traído su nombre a nuestros días.

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LEONES SUELTOS POR MADRID.

Ya hemos recordado la historia de la Calle Abada, y la del toro suelto por Madrid, pues bien ahora vamos a traer un nuevo episodio de otro animal salvaje correteando en libertad por las calles de Madrid, del que se ha hablado bastante menos que de los dos anteriores.
Corría mayo del 56 cuando el Circo Americano llegó a la capital, para divertir a los animales con su espectáculo de fieras y malabaristas.
Por un descuido de uno de sus cuidadores la mañana del día 25, la leona Sheriff y los leones Tarzán y Prince escaparon de su jaula.
Los leones sembraron el pánico entre los trabajadores del Circo mientras sus domadores intentaban reconducirlos a su encierro. Uno de sus domadores había sido herido la noche anterior por un tigre en el labio, pero no dudo un momento en unirse a la captura para intentar que el problema no pasara a mayores. El león Tarzán fue reducido con bastante facilidad, pero sus dos compañeros, decidieron no ponerlo tan fácil y ni cortos ni perezosos se dedicaron a deambular por el circo y por las calles de Madrid como si de turistas se tratara.
La gente, lógicamente salía corriendo a su paso, huyendo de lo que le pudiera antojarse a los animales, todos menos el fotógrafo Manuel Urech quién cámara en mano, se enfrentó al miedo que supongo le daría acercarse al animal, para tomar esta espectacular fotografía de la leona Sheriff.
La leona descansaba tranquila sobre el capó de un coche en la calle Ríos Rosas, donde minutos antes con la leona ya subida sobre el coche, sus integrantes lograban escapar movidos por el pánico,   finalmente fue capturada sin que hubiera hecho mayor daño, que el temor que provocó en cuantos se la encontraron en su correría.
El león Prince fue el que más problemas origino, hiriendo en varias ocasiones a sus cuidadores y atemorizando con su comportamiento cada vez más enfurecido a quienes intentaban atraparlo.
Finalmente tras más de una hora de persecución, miedos, heridas y escapatorias, consiguieron darle caza en el establo de los caballos amaestrados del circo, los cuales misteriosamente mantuvieron la calma mientras los cuidadores daban caza al felino.
La fotografía fue una de las más aclamadas del fotógrafo, debido sobretodo a su valentía al realizarla, pues en aquella época no existía el zoom y este se debió armar de valor para acercarse tanto al animal. La fotografía era de tanta calidad que aunque el fotógrafo trabajaba para el diario Madrid, el ABC al día siguiente incluyo en su portada tan maravilloso documento
Os dejo este link con el enlace de la hemeroteca de ABC donde se narra la historia con todo lujo de detalle.

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Fotografía de Urech de la leona Sheriff.
(Fuente del libro “Madrid a pie de calle”)


LA FUENTE DE NEPTUNO.

Ayer hablábamos de la Fuente de la Cibeles que es sin duda la fuente más bonita y valorada de la ciudad de Madrid, pero sin duda no se puede hablar de la Cibeles sin hablar hoy de su hermana, la fuente de Neptuno.
Esta también fue diseñada por Ventura Rodriguez y creada en una primera parte por Juan Pascual de Mena quien no pudo acabarla ya que falleció y terminó su trabajo entre otros artesanos su discípulo José Arias.
La construcción se inició en 1777 y se terminó en 1786, para la mayoría de los madrileños se encuentra en la Plaza de Neptuno pero lo cierto es que esta plaza no se llama así, sino que responde al nombre de Plaza de Canovas del Castillo. Se encuentra en su centro  pero en un inicio se hallaba en el extremo del Prado y se encontraba mirando a su hermana la Cibeles, al igual que ésta, también se encontraba a ras del suelo.
Durante toda su vida la fuente ha sufrido una gran variedad de desperfectos lo que la han llevado a tener que sufrir diversas reformas y reparaciones
En 1842 se restauraron un brazo, tres dedos y las paletas de una rueda.
En 1898 al moverla al centro de la plaza, se limpió todo el conjunto y se restituyeron algunas piezas perdidas.
En 1914  le robaron su tridente de brillante bronce y el Ayuntamiento se vio obligado a cambiárselo por uno de hierro para evitar futuras tentaciones.
En 1936 durante la guerra, tanto ella como su hermana se vieron sepultadas bajo una gran pila de sacos de arena con el fin de protegerla, pero que al retirarlos la dejaron con algún daño menor.
En 1969 se añadió un segundo pilón a la fuente
En 1982 se cambiaron dos dedos de cada uno de sus pies así como una parte de su pierna derecha, todos los dedos de la mano izquierda,  y  varias piezas del carro y de los caballos.
Con todo ello parece que de la fuente primaria ya quedan pocas partes que no hayan sido cambiadas.
Por último, en 1995 se restauró una pala de las ruedas que estaba rota así como otros desperfectos menores, se realizó una limpieza general, se renovó el ajardinamiento exterior y se impermeabilizó el vaso.
Como curiosidad, os contaré que en 2012 durante una manifestación, su agua se tiñó de rojo al echar en ella, los sindicalistas algún producto para teñirla. Por último, para terminar con una sonrisa, durante la guerra algún madrileño con nuestra sorna característica, y cansado del hambre que asolaba la ciudad, decidió colgarle un cartel de su cuello el cual rezaba “Dadme de comer o quitarme el tenedor”.


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Fuente de Neptuno.
Fotografía propia

El Dios del mar con su Tridente de hierro.
Fotografía propia

La Fuente de Neptuno ha sido testigo de los últimos triunfos del Atletico de Madrid.

La fuente de Neptuno siendo desenterrada tras la Guerra Civil.
(Fuente colchoneros.com)



LA CIBELES

Hace unas semanas comentábamos la anécdota de que el Real Madrid y el Atlético de Madrid en un inicio compartían la Cibeles como lugar de celebración, pues bien hoy vamos a profundizar un poco más sobre la fuente y una curiosidad que es bastante desconocida para los madrileños.
La fuente fue diseñada por Ventura Rodríguez entre los años 1777- 1782, y fue elaborada por Francisco Gutiérrez Arribas (Diosa y el carro) Roberto Michel (los leones) y Miguel Jiménez (cenefas del carro).
Por lo que ha llegado a nuestros días, la fuente fue diseñada para los Jardines de la Granja de San Ildefonso en Segovia, por lo que estuvo a punto de no convertirse en el icono que hoy es para la ciudad de Madrid, pero cuando se iniciaron las obras de remodelación del Paseo del Prado, se decidió cambiar su ubicación instalándola frente al Palacio de Buena vista mirando hacia la fuente de Neptuno.
En este emplazamiento la fuente se encontraba a ras del suelo y la acompañaban un oso y un grifo en el lugar donde ahora se encuentran los surtidores, que hacían las veces de lugar de recogida de agua para los aguadores. Hasta 1892 estuvo funcionando como fuente para abastecer a los madrileños, pero dado que el agua ya era más habitual que llegara a los edificios, se retiraron el oso y el grifo y se la guardó con una reja, para disuadir a los que atribuían a sus aguas de tener propiedades curativas.
En 1895 se trasladó el monumento al centro de la plaza girando la fuente para ponerla mirando hacía Sol y la subieron sobre cuatro peanas para que pudiera ser mejor vista.
Aquella valla que hemos comentado, es la protagonista de la curiosidad de la que os hablaba, pues en la primera década del siglo XX, se retiró la reja para acometer unas obras de remodelación en la fuente. No se sabe muy bien el por qué, el caso es que la reja se perdió y estuvo perdida durante casi medio siglo, incluso se llegó a sospechar que se hubiera fundido por algún incauto y que hubiera desaparecido para siempre.
Como os decía, la reja se había buscado por todos los posibles almacenes y depósitos que se pudo imaginar, pero el caso es que no podía ser encontrada allí, ya que por accidente ésta se había instalado en la construcción del Escuadrón de la caballería de la Policía Municipal.
Esto fue descubierto gracias  un periodista que se dedicó a investigar los posibles lugares en los que podía estar y dio con ella gracias a su desinteresado trabajo.
Actualmente continúa en este lugar e incluso alguno de los trabajadores que allí desempeñan su labor, desconocen que ese oxidado enrejado un día fueron las protecciones de la diosa Cibeles.
Otras curiosidades sobre la Cibeles, son por ejemplo, que tiene una replica prácticamente idéntica en Ciudad de Mexico, la cuál fue inaugurada en 1980 por el que era el Alcalde de Madrid D. Enrique Tierno Galván o la que mantiene que en caso de que saltaran las alarmas de la camára acorazada del Banco de España, esta se inundaría en cuestión de segundos debido a que las canalizaciónes de la fuente están vinculadas al sistema de seguridad y este haría derivar su acometida para como medida de seguridad inundar la cámara del oro que se encuentra a 35 metros de profundidad.
Parece mentira, que un lugar del que tantas veces hemos hablado, aún conserve estas curiosidades tan "desconocidas" para el paseante madrileño. 
  
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Fuente de la Cibeles en su primer emplazamiento.
Fotografía de Charles Clifford. BNE

Oso y Grifo que servia se surtidor para los aguadores

Reja de la Cibeles en su actual ubicación cerca del Puente de los Franceses.

La Diosa con otro de nuestros iconos a su espalda


LA CALLE BALLESTA.

Casi perpendicular a la Gran Vía, podemos recorrer esta calle que por fortuna ha sido recuperada del aspecto lúgubre y dejado que lucía en las décadas anteriores, gracias a los nuevos inquilinos de sus locales, que con su esfuerzo e inyección económica, han conseguido hacer renacer esta calle que no está libre de su encanto particular.
El nombre de la calle viene de la historia que cuenta como aquí vivía un cazador de origen alemán, que junto a su casa tenía un corral. El cazador mantenía con vida algunos animales en dicho corral, que había recogido en sus cacerías, y los utilizaba para que los madrileños, previo pago de la entrada que este quisiera cobrar, pudieran practicar el tiro con ballesta contra los pobres animales.
Cuenta la leyenda que un Jabalí que había traído consigo de una cacería en el Pardo, ejerció de activista de Green Peace y en el intento de escapar de las heridas que el macabro pasatiempo le estaba originando, atacó al cazador, hiriéndolo de muerte y terminando de esta manera con los entrenamientos de sus asiduos matarifes.
Esta calle también guarda otras curiosidades, como que en el número treinta, murió el General Serrano Bedoya en 1882 el cual fue ministros de Guerra o lo que hoy sería Ministro de Defensa, o que en el número trece vivió la escritora Rosalía de Castro.
También en lo que entonces era el cuarto segundo del número tres de la Travesía de la Ballesta (Hoy calle de Loreto y Chicote), permaneció escondido el General O´donnell en casa de un amigo suyo, José María Allear hojalatero para más señas, cuando esté comenzó a ser perseguido durante las fechas iniciales de la Revolución de julio de 1854. Este escondite salvó al General de sus perseguidores, los cuales no le buscaban precisamente para recorrer las calles de la Calle Ballesta para tomar algo por sus tabernas.


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Calle Ballesta desde una de sus terrazas.


Mural que actualmente puede verse en la calle Ballesta

Retrato del General O´donnell.

EL SEGUNDO ATENTADO MÁS SANGRIENTO DE NUESTRA HISTORIA.

En Madrid, casi como en toda España, cuando hablas de atentados, a casi todo el mundo le viene a la memoria toda la barbarie que la banda terrorista ETA he esparcido por nuestras calles, sin embargo ninguno de los dos máximos atentados de nuestra historia está vinculado a la banda.
El primero de ellos, sí que lo tenemos fresco en nuestra memoria, y no es otros que los atentados del 11M cuando la banda yihadista Al Qaeda nos arrebató de cuajo una parte de nuestros corazones al desperdiciar la vida de 191 personas y más de 1800 heridos.
Pero el segundo atentado más sangriento de nuestra historia es más habitual que caiga en nuestro olvido, y no es otro que el que se pertrecho el 31 de Mayo de 1906 en el número 88 de la Calle Mayor de Madrid, durante la celebración del matrimonio de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg.
Lo ocurrido fue que tras casarse en la Basílica de los Jerónimos, Don Alfonso y su esposa iniciaron un desfile de celebración por las calles de Madrid, que se llenaron de madrileños que sin dudarlo, habían llegado las calles para felicitar a los recién casados.
Como comentábamos a su paso por el que hoy es el número 84 de la calle Mayor, un anarquista que respondía al nombre de Mateo Morral y que sólo tenía veintiséis años,  subió (unos dicen que al tercer piso, otro que a la azotea) de la pensión en la que se hospedaba y desde allí lanzó una bomba de tipo Orsini, que según se comenta le había llegado unos días antes desde Francia.
Mateo que ya había intentado otro atentado un año antes contra el monarca, envolvió la bomba en un ramo de flores y subió a la azotea decidido a terminar definitivamente con la vida de Alfonso.
La buena o mala fortuna, dependiendo de para quién, quiso que al lanzar el ramo homicida, esta chocará contra los cables del tranvía, desviando la dirección del lanzamiento y cayendo sobre los madrileños espectadores que alegres saludaban a la comitiva.
Aquel desgraciado hecho, terminó con la vida de 25 personas  e hirió a más de cien. 
Mateo tras el atentado salió corriendo del lugar y corrió a esconderse en la redacción del periódico El Motín, consiguiendo escapar de Madrid.
Sin embargo el dos de Junio, fue reconocido por varios ciudadanos en un ventorrillo de Torrejón de Ardoz. Ellos dieron la voz de alarma a un Guardia particular de Campo que respondía al nombre de Fructuoso Vega quien le dio el alto solicitándole la documentación y que lo acompañara al cuartelillo.
Tras su detención existen dos hipótesis contradictorias. Una que dice que al sentirse acorralado se quitó la vida. La oficial, que nos indica que éste se entregó pacíficamente pero que en su traslado al cuartelillo mató al guardia y posteriormente se quitó la vida. Otra en cambio apoyada más en el estudio forense de las heridas de ambos cadáveres, sostiene  que ambos se dispararon mutuamente acabando el uno con la vida del otro.
Como curiosidad terminaré indicando que Mateo Morral no era un pobre hombre que no supiera lo que estaba haciendo, es más, unido a lo ya dicho sobre que un año antes había intentado otro atentado contra el rey, como ellos mismos declararon, éste solía codearse con celebres personalidades como Pío Baroja o Valle Inclán en el Café Candelas de la calle Alcalá, por lo que, para nada se trataba de un analfabeto que hubiera sido convencido para realizar el atentado, no, se trataba de un terrorista de primera, cuya figura no debería endulzarse con el romanticismo del paso del tiempo.

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Momento de la explosión de la bomba 
(Fuente elperiodico.com)

Cadáver de Mateo Morral, presuntamente tras suicidarse de un tiro en el pecho.
(Fuente ABC)

Caballo muerto por la explosión de la bomba.
(Fuente jotdown.es) 

Monumento a los caídos en el atentado. 
(Fuente propia)

Monumento a los caídos en el atentado. 
(Fuente propia)

Antiguo monumento, desmantelado durante la segunda República.
Fotomontaje fuente propia.