Seguramente
la mayoría de los madrileños piensen que su nombre se debe al de alguna mujer
tosca que habitaba en la calle en algún tiempo anterior, pero realmente su
nombre de debe a un arbusto que frondoso crecía pegado a la tapia del convento
de la Latina que llegaba hasta la ubicación de la actual calle y que estaba
repleta de dicha planta.
La
calle está vinculada al Rastro de Madríd, y aunque nunca ha pertenecido a él, sí
es cierto que en ella se establecía un mercado ilegal al aire libre, en el que se vendía de manera ilegal toda clase de viandas y enseres.
Hasta
1936 se mantuvo en ella dicho mercado al aire libre el cual le llevó a ganarse
el apelativo de ser la calle más sucia y ruidosa de Madrid. Existen denuncias
sobre su estado de insalubridad, la falta de tasas que pagaban los vendedores
ambulantes o el perjuicio que hacían al resto de negocios de la zona, que
remontan hasta 1846.
El
propio Benito Pérez Galdós en su obra Misericordia nos cuenta:
“… no le era difícil adquirir comestibles a precio ínfimo, y gratuitamente
huesos para el caldo, trozos de lombardas o repollos averiados, y otras menudencias.
En los comercios para pobres, que ocupan casi toda la calle de la Ruda, también
tenía buenas amistades y relaciones y con poquísimo dinero, o sin ninguno a
veces, tomando al fiado, adquiría huevos chicos, rotos y viejos, puñados de
garbanzos o lentejas, azúcar morena de restos de almacén, y diversas porquerías
que presentaba a la señora como artículo de mediana clase.”
Desde
1905 se había intentado encontrar distintas soluciones para conseguir que el
mercadillo fuera disuelto, pero ni el intento de traslado a los mercados próximos,
ni el cambio de ubicación, ni la presión de vecinos y comerciantes, consiguió
que el mercadillo desapareciera, cosa que sólo consiguió la guerra civil, tras
la que este ya no se permitió que regresara.
En
esta calle también residió el Hospital Asilo de Santa Lucía del Doctor Santiago
Albitos, que abrió sus puertas en 1884 y en el que el Doctor mezclaba tanto a
su clientela de pago, como a pobres y menesterosos a los que operaba allí gratuitamente
o a cambio de una pequeña compensación. El hospital oftalmológico ocupaba los
cuatros pisos del edificio y tenía clientes que llegaban de toda España para
ser operados allí, sin importarles el aspecto poco salubre que tenía la calle
en la que se encontraba.
Otra
de las joyas que encierra esta oscura calle es el Restaurante Malacatín que
lleva abierto desde 1895 y que a día de hoy continúa siendo uno de los bastiones
de la tradición de la gastronomía madrileña.
Finalmente,
dos incidentes llevaron a la calle de la Ruda a los periódicos, la primera fue un
asesinato en 1905 en el que al parecer una riña callejera entre dos borrachos
terminó con uno de ellos muerto en el suelo. El problema fue que un error por
parte del sereno que se presentó en el lugar del incidente, y una prenda de
ropa manchada con sangre que se encontró en su casa, por poco estuvo a punto de
llevar al compañero de borrachera del asesinado a la cárcel, en vez de a su
verdadero agresor. Finalmente todo se resolvió gracias a la declaración del
dueño de una pescadería próxima que lo había visto todo y resolvió el entuerto.
La
segunda, el secuestro de un niño de unos meses en 1935. Al parecer Juana
Villalba estaba en el mercado con su hijo en brazos haciendo la compra, en esto
se acercó una señora corpulenta que respondía al nombre de María Lage, la cual
se ofreció a ayudarla cargando con la criatura. Cuando María quiso darse cuenta
la señora había desaparecido con su hijo.
Cuatro días más tarde descubrieron a María con
el niño, al parecer ésta era la mujer del director de la cárcel de la Carolina,
y su relación no andaba por buen camino. En el intento de que su matrimonio
mejorara hizo creer a su marido que estaba embarazada y claro, llegó un momento
en que el tiempo pasaba y ella no tenía niño que enseñarle a su marido, por lo
que desesperada decidió robarle un niño a la primera incauta que encontrara,
que no fue otra que a la pobre Juana, a la que estuvo siguiendo durante semanas
para conocer datos sobre su vida en caso de que esta desconfiara.
El
marido creyó la historia durante esos días, pero el ama de cría que fue
contratada, se olió algo raro por lo que avisó a la policía descubriéndose que el
niño era en verdad el hijo de la pobre Juana, que se encontraba desconsolada
por la pérdida del pequeño.
Siéntete libre para comentar, compartir e indicar tu
parecer.
Calle la Ruda y al fondo la estatua de Eloy Gonzalo.
(Fuente Flickr)
Restaurante Malacatin.
(Fuente del propio restaurante)
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